La izquierda tiene como costumbre la creación de falsos ídolos, de mitos a los que rendir culto. En el ámbito internacional está claro como han convertido al Che Guevara de ser un asesino en serie y un maniático desalmado en una leyenda. Su imagen en toda suerte de merchandising revolucionario lo confirma.
Lo propio se pretende hacer con el despiadado tirano cubano Fidel Castro o con el uruguayo Mujica, cuyo pasado guerrillero se olvida para convertirlo, ya octogenario, en un profeta, en el sabio de los lugares comunes. Igualmente, la izquierda olvida los crímenes y latrocinios de Lula o los vínculos con el narcotráfico del pedófilo Evo Morales, son sus ídolos.
En el Perú no somos la excepción. Todos hemos visto como a dos prontuariados a los que se uso como carne de cañón en las protestas contra Merino, luego se les pretendió canonizar como santos patrones de la democracia. Inti y Bryan, fueron rápidamente convertidos en íconos, se les compuso himnos, se les hizo un altar en la vía pública, ocuparon las redes sociales y obviamente fueron perennizados en murales grafiteros. Vimos también como la izquierda feminista convirtió en un ícono a Solsiret Rodríguez, una pobre muchacha desaparecida que suponían que había sido asesinada por su pareja en lo que ahora llaman equívocamente un feminicidio. Obviamente la olvidaron por completo cuando se supo que la asesina era una mujer despechada y para más señas lideresa del movimiento “Ni una menos”. Ahí se acabó el mito Solsiret.
Este mismo proceso se pretende ahora utilizar para convertir al fallido canciller Héctor Béjar en otro de los ídolos con pies de barro de la izquierda. Béjar merecía salir por la puerta falsa de Torre Tagle como el delincuente y asesino que es, pero además es un sujeto que piensa que la Policía Nacional del Perú solo sirve para golpear, balear y matar a los peruanos, que Sendero Luminoso nació como creación de la CIA y que el terrorismo en el Perú lo inició la Marina. Ese es su pensamiento. Por eso no podía ser canciller y por eso ahora lo quieren santificar.
Como era de esperarse ni bien salió Béjar de Torre Tagle surgieron las lloronas de siempre a lamentar su caída y proclamar sus virtudes. También de inmediato apareció un mural en un ‘Skatepark’ del distrito de Independencia que mostraba la imagen del asesino canciller bajo el lema: “La historia es la historia, yo no puedo corregirla. Béjar dignidad”. Entonces oportunamente tuiteó Vladimir Cerrón: “Héctor Béjar es el Raúl Porras Barrenechea de estos tiempos”, adjuntando la imagen del mural. En una comparación que denigra al gran Porras.
Porras sentó las bases del estudio de la historia en el Perú, fue un académico ejemplar, un polígrafo brillante y su paso por la política intachable. Fue un hombre de una honradez, coherencia y conducta ejemplares. Comparar a Béjar con Porras es como pretender igualar un ladrillo con una catedral. Pero todo esto tiene una explicación, ahora se pretenderá crear el mito de Béjar. Felizmente anónimos patriotas han borrado ya el mural.