En los aciagos años del accionar terrorista en el Perú, eran sucesos frecuentes los amotinamientos y la toma de las cárceles por parte de los subversivos. El estado había perdido presencia en muchas partes del país en que las hordas asesinas de Sendero Luminoso y el MRTA tenían una suerte de hegemonía.
El terrorismo tenía aliados en algunos medios de comunicación e incluso tenía sus propios medios y también contaban con la complicidad de diversos organismos y oenegés que traficaban y aún hoy trafican con los derechos humanos.
Lo cierto es que el 18 de junio de 1986, durante el primer gobierno de Alan García se desarrollaba en Lima el XVII Congreso de la Internacional Socialista, la presencia de numerosos líderes internacionales y de la prensa del mundo fue el escenario propicio para que los terroristas de Sendero Luminoso inicien una escalada de rebeliones en diferentes penales del país. La más notable de todas, por las consecuencias que acarreó, fue sin duda la del penal de El Frontón en la isla de San Lorenzo.
Desde tiempo atrás el Frontón era un polvorín a punto de estallar. El Pabellón Azul, ocupado por los presos senderistas ponía en jaque a las autoridades carcelarias constantemente y tenía el control de la prisión. Era una especie de escuela y centro de planificación del terror.
Esta rebelión era previsible, ya en marzo de 1985, un informe oficial decía que «los 400 terroristas internados en la isla penal El Frontón pueden provocar en cualquier momento un motín de gravísimas consecuencias, […] desde hace más de un año no hay control sobre ellos y han sobrepasado la autoridad de los empleados civiles de la Dirección General de Establecimientos Penales».
Como hemos señalado, en la mañana del 18 de junio los terroristas iniciaron el motín tomando rehenes, horas más tarde llegó la llamada Comisión de Paz para dialogar infructuosamente y hacía el fin de la tarde llegaron las Fuerzas Especiales de la Marina de Guerra comandadas por los capitanes de navío Luis Giampietri y Juan Carlos Vega Llona y se inicia un combate que durará hasta el día siguiente. Los terroristas tienen un gran armamento y lejos de rendirse prolongan su rebelión. Finalmente, las fuerzas del orden se imponen teniendo también algunas bajas y del lado terrorista un número indeterminado de fallecidos. Según se calcula más de cien.
Los traficantes de los derechos humanos y los cómplices del terror iniciaron de inmediato una persecución contra los marinos que participaron de la operación. Tiempo después Sendero asesinó a Juan Carlos Vega Llona, los demás han pasado un verdadero vía crucis judicial hasta que recién esta semana después de 35 años con el voto dirimente de Augusto Ferrero Costa, sumado al de Blume Fortini y Sardón de Taboada, el Tribunal Constitucional ha cerrado el caso.
Se termina así una de las más infames persecuciones por parte de los aliados del terror de las que se tenga memoria. Se hizo justicia.