Con cuánto orgullo aplaudieron las marchas contra el gobierno constitucional de Manuel Merino. Sus hijos salían a marchar con una palmada en el hombro. Era la generación de los dignos, la que nos salvaría de las arbitrariedades de la derecha bruta, achorada y golpista.
Todos muy correctos tuiteaban a favor de la algarada: “De pie por la democracia, de pie por las elecciones libres en el 2021, de pie por el equilibrio de poderes, de pie por el derecho a la protesta pacífica, de pie por una ciudadanía activa…”, decía el infame tuit del director de uno de los más grandes grupos económicos del país, echando leña a una hoguera en la que soplaba la adversidad.
Era una competencia de bobalicones, de descojonados coqueteando con el verdugo. Así se comportaron, sentían que se podía jugar con fuego sin quemarse. Pensaban que podían tomar el té con quien venía a apuñalarlos. Creían que se podía jugar a la revolución sin consecuencias. Ignoraban que la revolución es voraz, insaciable, asesina y permanente.
Cuando el insidioso admirador de terroristas Francisco Sagasti apareció entre pañuelos de seda recitando a Vallejo suspiraron como quinceañeras, era la “reconciliación nacional”, un hombre dialogante, parte de la “gente como uno”, elegante y distinguido… siguieron entregados al enemigo, siendo las cortesanas de siempre, perfumadas amantes del peligro, siguieron contando el dinero que atesoraban a la par que saltaban de cama en cama, de salón en salón, entregando la dignidad y el honor a cambio de la “gobernabilidad”, palabra mágica.
Sagasti era el primer escalón. Pero podíamos descender más en esa escalera de la indecencia, la indignidad y la estupidez y así fue. Quiso el destino ponernos en el fácil trance de elegir entre Keiko Fujimori, que con todos los errores que se le quieran achacar, era la garantía de la estabilidad y de mantenernos en la senda del crecimiento y por otro lado Pedro Castillo, un semianalfabeto comprometido con Sendero Luminoso, socio de una organización criminal como los Dinámicos de Centro e incapaz de articular dos frases coherentemente.
Como no podía ser de otra manera, otra vez sufrimos las consecuencias de ese virus inoculado por la caviarada llamado “antifujimorismo”. Y entre ese virus y el evidente y fraudulento manipuleo de actas y votos terminamos en manos de un gobierno neosenderista.
¿Fue suficiente para que nuestro empresariado y sus gremios reaccionen? Claro que no. Mientras patriotas y demócratas defendían al país en las calles la CONFIEP tuiteó: “Saludamos la proclamación de @PedroCastilloTe como nuevo Presidente del Perú y reiteramos nuestra disposición al diálogo constructivo para lograr un crecimiento inclusivo para todos”.
¿Qué faltaba entonces? Lo que ha empezado a suceder. El gañán, con el que se “podía convivir”, decide abofetearlos, jugar con ellos, decir una cosa un día y hacer la contraría al siguiente. Finalmente parece que ha sido suficiente. Han reaccionado. Aunque ya es un poco tarde. Ya no hay lugar para negociaciones ni diálogos. El único diálogo posible es ahora la vacancia presidencial.