La presidente de México, Claudia Sheinbaum, debe arrostrar sensibles problemas que heredará de su mentor, López Obrador (AMLO).
El más grave, la violencia. En estos comicios, 37 candidatos fueron asesinados, se produjeron 200 crímenes políticos y 4,200 ataques entre militantes de diversas agrupaciones.
Las estadísticas señalan, asimismo, que durante su régimen ocurrieron 180 mil asesinatos, 4,116 niños murieron a balazos y se reportaron 40 mil personas desaparecidas.
Este grave deterioro de la seguridad es mayor considerando que 30% del país está controlado por cárteles del narcotráfico, que no sólo envían cocaína o marihuana al exterior, sino que ahora comercian con fentanilo, potente opioide sintético que el año pasado mató a 120 mil norteamericanos y que se expande a Europa y Asia.
Adicionalmente, el paso ilegal por la frontera mexicana hacia USA – de una extensión de 3,152 kilómetros – resulta incontrolable. El 2023 ingresaron 2 millones 400 mil personas, hecho que impacta en las elecciones norteamericanas, porque Trump y Biden se responsabilizan del incremento de migrantes.
La mandataria electa también tiene el reto de reconstruir la política exterior.
Con el presidente argentino, Javier Milei, los vínculos están dañados porque López Obrador se inmiscuyó en los comicios apoyando a Sergio Massa, candidato del peronismo.
De ahí en adelante los ataques han sido de grueso calibre. AMLO sostuvo que “Argentina se metió un autogol” votando por “quien desprecia a los pobres” y calificando a Milei de “ultraderechista facho”. El libertario respondió que era “un halago que un ignorante hable mal de mí; me enaltece” y luego lo tachó de “patético, repugnante, resentido y arrogante”.
Ecuador es otro frente abierto. El deterioro comenzó cuando AMLO sostuvo que el mandatario Novoa ganó los comicios porque se benefició del asesinato del periodista Fernando Villavicencio, una torpe y maléfica declaración que mereció el indignado dechazo de su hija y el rechazo de todos los ecuatorianos.
La crisis se profundiza con el ingreso de soldados a la residencia de la embajada mexicana en Quito, infringiendo la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, que prescribe que “los locales de la misión son inviolables”.
Empero, el presidente ecuatoriano justifica el asalto acusando a AMLO de provocar la crisis al contravenir la Convención de Caracas de 1954, que establece que no puede concederse asilo político a un condenado o perseguido por delitos comunes. Sin embargo, señala, México otorgó ese beneficio a Jorge Glass, ex vicepresidente durante el gobierno de Rafael Correa, a pesar de estar condenado a ocho años de prisión por recibir sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. Ahora este conflicto deberá resolverse en la Corte de Justicia de la ONU.
AMLO, asimismo, se inmiscuyó en asuntos internos del Perú, en defensa del ex mandatario Pedro Castillo, con la falacia que fue destituido por la oligarquía limeña “por ser un campesino pobre de la sierra”. Mintió con descaro y ruindad, llegando al extremo de negarse a trasladarnos la secretaria por tempore de la Alianza del Pacífico y más adelante exigiendo a los peruanos visa para ingresar a su país.
Fue, sin duda, un gobernante mitómano, enemigo del Perú, que deja a su sucesora una pesada herencia.
Para felicidad de nuestros hermanos mexicanos ya no habrán más “mañaneras” tediosas conferencias de prensa que ofrece todos los días del año. Como dato curioso, el periodista y cineasta mexicano, Luis Estrada, publicó un libro donde registró que en sus primeros tres años dijo 67 mil mentiras y 86 mil afirmaciones falsas, engañosas o imposibles de comprobar.
Por su parte, el diario El Universal, publicó un reporte a los cuatro años de su mandato, contabilizando 101 mil 155 mentiras.
La señora Sheinbaum tiene la responsabilidad histórica de solucionar los problemas de su patria demostrando independencia y buen juicio o, de lo contrario, quedará atrapada en la oscura telaraña tejida por su jefe político.
