A solo dos años nada más de una nueva elección presidencial en nuestro país y tras los arrolladores triunfos de Milei en Argentina y Bukele en El Salvador, la política latinoamericana y, especialmente en la región, se empieza a alejar de modelos socialistas o de izquierdas cuyo principal indicador en casi todos los casos ha sido su creciente inflación y devaluación de sus monedas locales, sumado al resto de ingredientes de aumento de la delincuencia, insatisfacción social, ineficiencia estatal, etc.
Una receta que nadie en su sano juicio desea. Es por eso que la atención del electorado en el resto de los países, está empezando a mirar con buenos ojos la performance de ambos presidentes. Milei en solo un par de meses está logrando desacelerar la inflación, la proyección a fin de año es cerrarla en dos dígitos, asimismo ha reajustado el gasto corriente estatal obteniendo un ahorro de 20 mil millones de dólares equivalente al 5% de su PBI y lo ha puesto a disposición para las mejoras en los servicios públicos, infraestructura y obras.
Mientras que por su lado Bukele ha eliminado de plano el 80% de la criminalidad, llegando a registrar 500 días sin homicidios y, según cifras oficiales, ha pasado a ser uno de los países más seguros en el continente. Sin embargo, lo que le sobra a uno, le falta al otro, toda vez que como se mencionó, El Salvador ahora es seguro, pero sigue siendo un país con 35% de pobreza y 10% de extrema pobreza aproximadamente.
Y Argentina empieza a estabilizar su economía, pero su tasa de criminalidad sube cada día llegando a niveles alarmantes de 6 homicidios diarios, es decir, 2190 personas son asesinadas al año sin encontrar justicia. Entonces, viendo las virtudes y falencias en cada caso, la clase política peruana rápidamente está pensando en armar su Frankenstein combinando cuerpos y cabezas en busca de su “Mikele” para lanzarlo al mercado y vendérselo al elector local.
En esa desesperación por mostrar su producto han lanzado nombres como Carlos Álvarez, el sexagenario comediante quien en su momento fue sentenciado a 4 años de prisión suspendida por ciertas cercanías a personajes nefastos en un pasado que de seguro él preferiría olvidar, su sola posible candidatura ya nos dice que nuestra política es un chiste.
En la otra orilla el muñeco que han armado y han lanzado es Antauro Humala con un discurso más “disruptor”, “apolítico” y “antisistema” quien también fue sentenciado a prisión por el recordado andahuaylazo. En este caso la cabida que le dan algunos medios nos muestra que no hemos entendido nada.
Con estos dos ejemplos no esperemos algo bueno en el 2026. Mejor estemos atentos a qué nuevos rostros refrescan para bien el escenario presidencial, apostemos por un recambio generacional a todo nivel en el ejecutivo y legislativo, así como Gobierno Regional y Local. Que la apatía no venza al optimismo de ser un Perú distinto. Confiemos que alguien capaz vendrá y elijamos. Tengamos fé que así será.