Por: Martín Valdivia Rodríguez / Alarmante. Esa es la palabra para graficar los terribles casos de feminicidio registrados en nuestro país que, al cierre de esta edición, suman la friolera de 161 víctimas, la cifra más alta en lo que va de la década. Cifra que debería preocupar no sólo a las instituciones que se encargan del trabajo con miles de mujeres en situación de vulnerabilidad, sino a cada uno de nosotros, desde nuestra propia experiencia como actores en la sociedad.
Según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), el 2019 es el año más trágico para este tipo de crímenes, teniendo como antecedente inmediato superior el 2018, con 149 víctimas. Es decir, ni las campañas de los medios de comunicación ni las marchas de colectivos como “Ni una más” han logrado detener a estos sujetos que piensan que las mujeres son objetos de uso personal y que no tienen vida propia.
Volviendo al 2019, las cifras son macabras: solo en noviembre se reportaron 12 feminicidios, la tercera cifra más alta del año, después de enero (15 casos) y octubre (13 casos). Asimismo, las regiones con mayor incidencia fueron Lima Metropolitana (35), Puno (13), Cusco (9) y La Libertad (9). Les siguen Callao, Huánuco, Junín y Lima Provincias, con ocho casos cada uno. Y, aunque muchos crean que la gente humilde de las zonas rurales son las más violentas (paradigma estúpido y hasta denigrante), diremos que los mayores casos de feminicidio se han dado en la zona urbana, con 90 casos (64%), versus 44 casos (31%).
Y aquí viene un dato que habría que tomar en cuenta: el 25% de los casos de feminicidio se han dado dentro del hogar de la víctima, seguido de la calle o vía pública, 17%. Es decir, es en las propias casas donde las mujeres sufren de las agresiones más violentas, generalmente apelando el agresor al estrangulamiento (29%), seguido del uso de armas punzocortantes (23%).
¿Quién cambiará esta situación? Si bien las autoridades pueden establecer medidas punitivas, los casos de feminicidio continuarán “in crescendo” en tanto el machismo sea la piedra angular de este problema. Luchar contra este flagelo debe de estar inmerso no solo en la conciencia de cada uno de los peruanos, sino en los métodos de estudio de los colegios y universidades. Un país libre de machismo es un país donde la violencia contra la mujer no tiene cabida. Está en nuestras manos cambiarlo. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.