Por: Martín Valdivia Rodríguez / “Uno no se hace periodista, se nace periodista”, solía decir en sus clases de redacción un viejo profesor de periodismo, de esos que ya no existen, de esos que nos encandilaban con sus historias de bohemia nocturna y cierres épicos. Antes nos topábamos con directores y jefes de redacción que nos rompían las “carillas” cuando – por nuestra juventud – no captábamos la “pepa”, la médula de la noticia; cuando teníamos como jefes a hombres enamorados de la máquina de escribir, del titular perfecto, de la primicia explosiva, de la foto que hablaba.
Cuánto cambió una sala de redacción desde que llegaron a nuestras vidas las computadoras. Hasta los años 90, ingresar a esos amplios espacios era sumergirse en un mar de papeles, apuntes y dedos presurosos por recrear una historia apasionada, sazonada con picardía y mucha imaginación. Cómo olvidar el “tundeteo” de las Remington, Olivettis y Olympias, esas viejas máquinas de escribir que recibían en sus teclas todo el ímpetu de las notas escritas contra el reloj.
Ese era el periodismo que conocí, ese que hoy ha sido reemplazado por la velocidad del internet y la inmediatez de la laptop. Ese de la carilla pegada en la zona del “cuadro de comisiones” que ahora la modernidad la reemplazó por el Whatsapp.
Hoy, al celebrarse el Día del Periodista, se me vienen a la mente tantos buenos recuerdos, tantos colegas que hoy ya no están más, tantos amables redactores que endulzaron mis ojos y me enseñaron a escribir al tratar de imitarlos. Con los años comprendí que lo que nos contaba ese viejo profesor de charlas interminables, no podía ser más cierto: el estudiar periodismo sólo te forma, te enseña el trabajo metodológico, te prepara a enfrentar situaciones… pero no te hace periodista: el periodismo lo llevas en el alma y se perfecciona en la calle, en la comisión de todos los días, en la adrenalina diaria.
Hoy, con el reto de llevar al frente un medio de comunicación, miro hacia atrás y siento que mi vida no ha pasado en vano, que lo poco o mucho que hoy tengo se lo debo a esta carrera que, como cualquier otra, te trae enormes satisfacciones pero también grandes desengaños. Y es que la vida es así, está salpicada de cosas buenas y malas y el periodismo no es ajeno a ello.
Al recordarse hoy el trabajo sacrificado de hombres y mujeres de prensa, deseamos una mejor calidad de vida para nuestros periodistas, anhelando que se valore el enorme rol que le compete como vigilante pertinaz de la democracia y como actor fundamental del desarrollo de nuestro país. ¡Feliz Día del Periodista! Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.