Por: Omar Chehade / Cuando se discutía la moción de vacancia contra el presidente por los vergonzosos audios de Karen Roca por el affaire de Richard Swing, donde el jefe de estado se coludía con sus principales asesores palaciegos para obstruir las investigaciones del Ministerio Público, salió Martín Vizcarra a denunciar que el presidente del Congreso, Manuel Merino junto con otras fuerzas del legislativo estaban en actos de conspiración para dar un golpe de estado , y que por eso se habría comunicado por teléfono con un alto mando militar en aras de consumar la asonada, y de eso modo postergar las elecciones generales del próximo año, como si con una simple llamada protocolar a un General, propiciase un golpe contra el ejecutivo.
Ciertos medios de comunicación siguieron el burdo juego de Vizcarra, y al final la moción de vacancia por comprobada incapacidad moral del presidente se cayó. Lo que hizo Vizcarra con esa cínica estrategia fue lo que en términos militares se denomina “el relevo de la prueba”, es decir, el imputado pasó de acusado a acusador. Se invirtieron los roles procesales. Pese a que la imputación política contra la mesa directiva del Parlamento era absurda e injusta, Vizcarra se las ingenió para crear por lo menos la duda sobre sus imputaciones, sumado a la tibia respuesta del presidente del legislativo, y la pandemia y crisis económica de por medio, la moción de vacancia se detuvo.
Luego vino lo que se sospechaba, otras denuncias contra el propio presidente Vizcarra, pero esta vez mucho más graves y sustentadas, por temas de grave corrupción, en la que el presidente se ve envuelto en serios hechos sobornos, en la que todo hace indicar que habría recibido millones de soles de coimas, por la licitación de varias obras públicas cuando este fue gobernador de Moquegua. Varios colaboradores eficaces han manifestado la forma de cómo el ex gobernador moqueguano, hoy presidente del Perú, recibió los pagos ilícitos de parte de los extorsionados gerentes de las compañías constructoras.
En sus apariciones televisivas, Vizcarra ha señalado que se trataría de una “conspiración de Odebrecht”, luego “conspiraciones de los grupos de poder”, y el domingo, en una atroz entrevista en Cuarto Poder, sudoroso y con cara de terror, afirmó que es una venganza del Congreso contra su persona, porque los actuales parlamentarios quieren suspender las elecciones generales y perpetuarse en sus cargos, y que dos representantes de las bancadas de Acción Popular y Alianza para el Progreso se les habría acercado a pedir la suspensión de los comicios electorales. Cuando el periodista asombrado por su absurda e injustificada declaración, le pidió los nombres de los legisladores, Vizcarra se negó a hacerlo. En la misma entrevista negó ser el fotografiado en dos oportunidades con el “cuello blanco” Camayo, diciendo que no lo conoce, y ante el asombro nacional, señaló que en esas fotos aparece muy subido de peso. Ya antes, hablaba de una derrota de la pandemia y mejora de la reactivación económica, que no solo es falsa, sino que las cifras lo contradicen totalmente, al punto que el Perú es el peor país de muertos e infectados por millón de habitantes en el mundo, y con el peor decrecimiento económico.
El presidente Martín Vizcarra, ha manchado gravemente la investidura presidencial, lo digo con mucha pena por el Perú. El presidente Vizcarra está en la última fase de la psicopatía mitomaniaca. Al igual que el jefe de estado, el psicópata no tiene remordimientos por sus actos deshonrosos e ilícitos. Son indiferentes a los derechos y normas sociales. Planean cada paso y cada detalle a la hora de cometer su crimen. No tienen escrúpulos, presentan una conducta fría, lo único que los mueve y les importa es conseguir su propósito. Son narcicistas, mentirosos o tienden a la mitomanía. Los puedes encontrar in fraganti, “con las manos en la masa”, pero su frialdad y falta de moral, no los inmuta ni conmueve, y aun así son capaces de no reconocer a la víctima que acaban de matar a pesar de haberlos encontrado con la pistola humeante en la escena del crimen. Son capaces de argumentar ante un cuadro así, que es una conspiración mafiosa, y que acababa de encontrar caliente el arma injuriante con que mató a su víctima. Triste final para un presidente, que pasó en tiempo record, de ser, desde un deslegitimado pato rengo a un zombi político.
Los peruanos nos preguntamos: ¿este será el presidente que garantizará unas elecciones generales transparentes? Difícil de creer. Se atrevió a decir que nosotros conspirábamos contra las elecciones generales para perpetuarnos en nuestras curules, cuando, a contra mano de su absurda afirmación, fuimos nosotros desde la Comisión de Constitución que me honra presidir, mi grupo político, Alianza Para el Progreso, y demás bancadas, los que elaboramos las leyes y las reglas de juego electoral, justamente para garantizar unas elecciones libres, transparentes y sanitarias. Pero los zombis son así, muertos en vida.
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