Durante décadas diferentes gobernantes del país han manifestado su preocupación por incrementar un proceso de industrialización del Perú. Sin embargo, no han pasado de intenciones vacías y de coyuntura, y que en realidad sólo fueron promesas incumplidas.
El Perú, a lo largo de su historia republicana, se ha caracterizado por ser exportador de materias primas y su industrialización es incipiente y básicamente se ha desarrollado en la capital de la República y desde los principales gremios de Lima se han opuesto al desarrollo industrial de las provincias, poniendo una serie de ‘candados’, cuando se ha tratado de promover crecimiento industrial fuera de “La Ciudad de los Reyes”.
Nuestro país, por sus características geográficas, es totalmente irregular topográficamente, socialmente diferente y podemos manifestar que la costa sur es diferente a la costa norte, en clima, densidad poblacional y culturalmente, distinta. La sierra de Cajamarca no se parece en nada a la sierra altiplánica de Puno, así como la selva alta es distinta a la selva baja y si queremos mayores diferencias podríamos mencionar la infraestructura existente, ya sea en carreteras, puertos, aeropuertos, etc.
Quién puede negar que somos un país con potencialidades diferentes. El sur peruano es riquísimo, en cuanto al turismo histórico cultural, allí tenemos a Machu Picchu, Cañón del Colca, Choquequirao, Manu, lago Titicaca, etc., mientras en el norte nos orgullecemos de Kuélap, Chan Chan, Señor de Sipán y paramos de contar. Por otro lado, tenemos un turismo ecológico y de aventura en la selva peruana.
Históricamente, cuando las Cámaras de Comercio de las provincias han fomentado leyes especiales para compensar las desventajas existentes y se aliente la creación de industrias en todo el país, los organismos de la capital se han opuesto pretextando que están en contra de los subsidios, como ellos llaman a las justas compensaciones que exigen el resto de peruanos y, a través de lobbies en el Congreso, han logrado siempre sacar leyes iguales para realidades desiguales y ello han impedido la creación de industrias o la implementación de zonas económicas especiales en fronteras o puertos del sur.
El Perú es un país que tiene un tremendo potencial industrial, gracias a tener mano de obra, proyectos hidroenergéticos por desarrollar, con el agua existente al oriente de nuestras cordilleras, y la variedad de microclimas en costa, sierra y selva que nos ofrecen ventanas de exportación al mundo.
Si a esto añadimos la carencia de energía que afronta Europa industrial y otras naciones del mundo vemos que en el futuro aumentan nuestras posibilidades de ser enclaves industriales desde Sudamérica hacia el mundo, a través del megapuerto de Chancay y la infraestructura portuaria que se desarrollaría en este.
Finalmente, todos sin excepción tenemos la responsabilidad dejar de ser exportadores de materias primas y dar un paso importante a la industrialización del Perú, no nos olvidemos que para hacer tortillas, hay que romper huevos, que duda cabe.
(*) Expresidente del Consejo de Ministros
