La rentabilidad económica es la principal preocupación de los funcionarios de los tres niveles de gobierno: Nacional, Regional y Local, al evaluar un proyecto para su viabilidad. En nuestro país, muchas veces, sus autoridades han dejado de lado la realización de acciones y actividades que la población considera impostergables e imprescindibles.
Para citar un ejemplo, cuando se empezó a consolidar la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional de Sudamérica (IIRSA), en el Perú se consideraron tres ejes transversales que cruzaban nuestro territorio y se conformaron: IIRSA Norte, IIRSA Centro e IIRSA Sur.
Esta última ruta se diseñó para que la Interoceánica Sur se inicie en Ilo y a través de Puno -San Gabán, puente Otorongo-. Mazuco en Madre de Dios, se dirigiera hasta Iñapari-Assis en la frontera con Brasil. Este trazo mal llamado inicialmente como Transoceánica, no atravesaba ningún mar, sino más bien conectaba dos océanos: el Pacífico y el Atlántico, de allí su nombre real de Interoceánica.
Inicialmente, este sistema de carreteras fue muy cuestionado por no tener “rentabilidad económica”. Sin embargo, a raíz de los reclamos de todas las autoridades sureñas, entre los que se encontraban alcaldes, presidentes de gremios, universidades, colegios profesionales, etc., fue aceptado aunque luego en el gobierno de transición del presidente Valentín Paniagua, natural del Cusco, se incorporó una ruta adicional Urcos-Quincemil, puente Inambari y Mazuco hasta Brasi. De esta forma, las autoridades sureñas empujaron el proyecto modificado buscando su aprobación en el gobierno de Alejandro Toledo.
Antes de esta iniciativa, sus vías eran totalmente intransitables. En los periodos de lluvias, se podía demorar entre 15 y 30 días para llegar desde la costa hasta Puerto Maldonado. La gente viajaba en los techos de las cisternas de petróleo que hacían esas rutas. Los accidentes eran pan de cada día. Los lesionados, producto de las volcaduras, eran incontables. Los niños eran transportados en acémilas hasta sus colegios, en dos o tres horas de penosos viajes, donde les ofrecían apenas una taza de té con un pan duro o cereal de la zona.
Las autoridades sureñas, en una lucha contra el centralismo y a través de manifestaciones, lograron que se apruebe la construcción de esta vía de gran importancia social para los olvidados pueblos del sur del Perú. Lejos estábamos de imaginarnos que sería manchada por la corrupción de Toledo y sus compinches y fuera cuestionada injustamente, hasta la fecha, a pesar de que se ha demostrado que por estas carreteras transitan muchos más vehículos de los que se exigían para su aprobación inicial.
Sin duda, esta extraordinaria obra de ingeniería ha incorporado a los pueblos grandes, medianos y pequeños del sur del país a la vida nacional, logrando una rentabilidad social que supera ampliamente cualquier dato numérico de una rentabilidad económica.
Finalmente, es relevante subrayar que cualquier peruano que pretenda ser autoridad en cualquier nivel de gobierno, antes de desaprobar algún proyecto que clame la ciudadanía, ponga en consideración la importancia de la rentabilidad social antes que la rentabilidad económica.
(*) Expresidente del Consejo de Ministros
