Por: Phillip Butters / Gianluca Lapadula, para los que no saben, cosa que dudo porque fue portada en casi todos los periódicos y ha estado en todos los noticieros 24 horas al día los últimos tres días, es el hijo de un italiano con una peruana. Va a venir a jugar con la selección y el primer partido que va a enfrentar será con Chile. Paolo y Jefferson están lesionados, Ruidiaz no mete goles con la selección. Entonces Gareca va a echar mano de ¡LAPADULA! que es un 9, un centrodelantero con gol que juega en la liga italiana, que es zurdo, que es grande, que es fuerte, potente, y que la verdad sea dicha, no quería venir a jugar por la selección y pudo haber ido, inclusive, al Mundial pasado. Él había jugado un amistoso con la selección italiana. En su momento tuvo su cuarto de hora en la Liga de ese país y ciertamente no es un “capo cannoniere” ni un súper goleador, pero basta con jugar en la Primera División italiana durante tantos años, para saber que el tipo, comparado con las otras opciones que tenemos, está fuera de lote.
Ha generado una ilusión inmensa en toda la hinchada nacional, y por supuesto los periódicos tienen una manera muy efectiva de desviar la atención, y por supuesto no tengan ninguna duda que Vizcarra hablará de Lapadula, irá a buscarlo y se tomará foto. Va a comenzar toda la rivalidad entre Lapadula y Guerrero, entre las mamás de ambos, y seguramente irán al programa de la hija de Gisela, Ethel Pozo, y van a decir ¡“Mi mamá cocina mejor que la tuya”! ¿Por qué razón, amigo lector, esto tiene que ver con la política? Porque es obvio que la gente está harta de la pandemia, de la corrupción, que la gente quiere una ilusión y el fútbol es una válvula de escape. En este octubre, mes morado, la gente ni siquiera ha tenido la oportunidad de ir a la procesión del Señor de los Milagros y hemos visto cómo se ha tratado de ir a las iglesias, se intentó aunque sea rezar de lejos, porque la gente quiere una esperanza para su fe, y quiere tener una alegría. Y el fútbol, por supuesto, es la alegría del pueblo. Entonces, lo que se viene es un partido de fútbol en Santiago de Chile, donde hay 180 mil peruanos. Los chilenos ya quieren llevar gente al estadio, quieren pifiar nuestro himno y seguramente nos van a maltratar, pero ahí está Lapadula para sacar la cara por nosotros.
Ya se imaginarán que hay que movilizar desde nuestras redes sociales acá en Lima a todos los peruanos que están en Santiago, que no van a poder ir al estadio, para que salgan a las calles y traten de mover la ciudadanía peruana. Reitero que en Santiago son 180 mil peruanos que viven allá. El efecto Lapadula ojalá que sea positivo y le ganemos a chile y ojalá con gol de Lapadula, porque va a generar una inmensa ilusión. Así la gente podrá voltear a ver algo positivo, porque siempre es bueno ganar y vamos a darnos cuenta de que Lapadulava a tener que tomar el pisco peruano, comer el suspiro a la limeña que es limeño y no de Santiago, y que se va a enterar de que sofía Mulanovich es una corredora de tabla nacida en el Perú y que no es chilena, y que el lomo saltado que le va a encantar a Lapadula, ojalá que se lo haga doña Peta y que se lo coma el pinche lomo saltado Lapadula junto con Paolo, porque el lomo saltado es peruano y no chileno. Y por supuesto, nosotros vamos a tener que gritar ¡viva el Perú! si es que Lapadula mete un gol. Cuando yo le digo que necesitamos alegrías, créanme que lo hago con el corazón en la mano porque el Perú vive una situación de tristeza. Lo de las tarjetas de crédito es una realidad, la gente tendrá una mala Navidad, los taxistas están hartos de los abusos de la señora Ana Jara y de la ATU. No quieren saber ni siquiera quién es el ministro de Transportes y ya están reventando todos los mototaxistas y los colectiveros, y por supuesto los ambulantes porque les roban su mercadería y les meten palo. Hoy por hoy, San Lapadula tiene que darnos una alegría, una de esas que nos ha negado Martín Vizcarra y el grupo de genocidas que ha manejado tan mal la pandemia, y que han destrozado la economía del Perú. El fútbol, al fin y al cabo, sale en la televisión y es gratis, y la alegría tiene que ser gratuita.
¡Qué dios bendiga a Lapadula!
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