La estructura mediante la cual fue puesto a consideración del público el debate, exigía a sus participantes, una velocidad mental y una concreción verbal, que a la hora de la hora terminó siendo discriminatoria.
Seguramente la palabra parece ser dura, pero es la verdad. En tan poco tiempo y con tal velocidad, muy pocos son los candidatos que a la hora de la hora van a tener la capacidad de salir airosos ante una situación tan adversa. Así y todo, paso a darle mi opinión, amigo lector de LA RAZÓN, del desempeño de cada uno de ellos.
Acuña: El gran sacrificado de este debate. Como es obvio y conocido, no tiene una gran facilidad de palabra, tiene serios problemas de dicción y es una pena que en tantos años, teniendo facultades de comunicaciones, no se haya preparado para una circunstancia así. Él no mostró ninguna participación particularmente notoria, salvo el tratar de contratar cien mil “reservistas” para ser Seguridad Ciudadana; es algo así como un serenazgo plus, que no se sabe cómo se iba a realizar su factor de diferenciación para lo que ya se realiza. Oportunidad perdida para él.
El cura Arana: Es otra persona con serios problemas de comunicación. Es así que en más de una ocasión tuvo que comenzar a leer lo que le habían indicado sus asesores que haga. Se pasó toda la noche fustigando a Keiko Fujimori. Más que un candidato parecía un encargado de demoler a la señora K. no dio prácticamente ninguna nueva alternativa de Gobierno. En el caso de seguridad ciudadana insistió en que se tendría que contratar a más serenazgo de parte de la gente.
Pero de repente él o el señor Acuña no estaban enterados de que Serenazgo no ha servido para frenar la seguridad ciudadana.
Keiko Fujimori: Evidentemente es ducha en estos menesteres, es chancona, pero se la pasa la mayor cantidad del debate recibiendo puyas de los demás, porque la mochila del padre la sigue y la persigue.
Es complicado ser suave y ecuánime y vestirse de blanco y a la vez pretender tener “mano dura” con la delincuencia y tener firmeza para atacar los casos de la corrupción, teniendo los inmensos problemas propios y familiares que tiene. Intentó pero difícilmente puede dar una buena impresión por lo desgastada que está su imagen.
Verónika Mendoza “La rojita”: Es articulada, recontra comunista, evidentemente sabe entrar a la polémica, tiene una frase continua repleta de victimización y puede haber llegado a su espacio ultra radical. El gran problema es que para ella es muy difícil convencer a los demás, por ejemplo en la lucha anticorrupción, cuando escribió en las agendas de Ollanta Humala y Nadine. Desgraciadamente para ella, no tiene cómo probar quién le financia la campaña, cosa que le dijeron en su cara y se tuvo que quedar callada.
Difícilmente para ella será una meta a cumplir, robarle espacio a los indecisos o votos a otros candidatos.
Alberto Beingolea: Largamente, el mejor expositor de todos los seis presentes. No por algo tiene 40 años de comunicador. En el tema de la seguridad ciudadana ostenta un posgrado en derecho penal de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Además se ha desempeñado en la vida privada.
Una pena para Alberto que su verbo no haya alcanzado no sume para superar el 1%, que probablemente sea el castigo de las barbaridades que en los últimos años ha cometido el PPC aliándose con Odebrecht o con la izquierda tradicional que en teoría tendría que ser un opositor.
George Forsyth: El principal problema de este jovenzuelo es que se ha creído el cuento de las 460 apariciones televisivas y microondas que le regalaba el vizcarrato. Él ha sido un fracasado alcalde de La Victoria, no tiene mayor obra, no tiene predicamento ni puede mencionar ni un resultado positivo de su propia gestión. Y cuando trató de mostrarse como una persona enérgica ha sido vapuleado en cada una de sus intervenciones, pues solo muestra lugares comunes, fruto de un “media training” bastante bien llevado pero poco asertivo. De repente en el futuro puede hacer una carrera política luego de este quehacer electoral.
Dudo que después de esta intervención pase a la segunda vuelta, puesto que ha quedado en evidencia su debilitado conocimiento y profundidad de sus ideas.
Reitero que es un formato muy exigente porque en muy poco tiempo como 30 segundos o dos minutos, es prácticamente imposible esbozar ideas entendibles por toda la ciudadanía y electores.
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