Alejandro Toledo Manrique se jactaba de haber sido lustra botas y de ser “El cholo de Harvard”, el hombre que había estudiado desde abajo, que había salido de Cabana, que había llegado a Stanford y a la presidencia de la República.
El profesor Castillo se jacta de ser un hombre pobre, que también ha sido vendedor de canchita, de cachangas, que también ha limpiado pisos, que viene del Perú profundo, pero sin embargo ha sido criado en Lima, muy criollo él.
Y por supuesto, también dice que es un profesor que ha salido de abajo.
Alejandro Toledo Manrique nos había ocultado su inmensa afición por el trago y decía que era un “Cholo sano y sagrado”.
Al profesor Castillo no se le conocen aficiones licorísticas, nunca lo hemos visto tomando y alega que es un hombre del pueblo y muy sano.
Uno dice ser de Cabana y el otro de Tacabamba. Es decir, que son legítimos aspirantes a ser Presidente de la República, porque tienen la extraordinaria condición de ser cholos, de ser serranos o ser del pueblo.
Lo que no nos dijo Toledo es que a él le encantaba el buen trago, la buena ropa, la buena vida, y terminó viviendo en Camacho, teniendo vivienda en Máncora y, cómo no, comprándose una casa de 4 millones de dólares con su esposa, viviendo a cuerpo de Rey en Europa, y viajando por todo el mundo con una fundación que nadie sabe de dónde tiene plata y terminó robando a manos llenas de parte de Odebrecht.
Ojalá que ese no sea el símil que tenga en el futuro con el profesor Castillo. Pero recordemos que el “Cholo sagrado” decía que iba a cerrar la “maldita Sunat” y el profesor Castillo dice que va a cerrar el “maldito TC” y la “maldita Defensoría del Pueblo”.
Mucho cuidado con los símiles entre uno y otro. Recordemos que los dos dicen que han salido del pueblo y que van a trabajar por el pueblo.
Pero las similitudes escalofriantes con Toledo se quedan realmente chicas cuando lo comparamos con Hugo Chávez, quien también decía ser un legítimo hombre de la raza bolivariana y muy venezolana, prometía que tenía que cambiar la Constitución con una Asamblea Nacional.
Por supuesto la Constitución la volvieron en un manual chiquitito que parece un juego de niños en la mano de Maduro. Destrozó todas las instituciones, cerró todos los organismos jurídicos y públicos y los convirtió en servidores de la democracia bolivariana.
Pero recordemos que el hombre también decía que iba a vivir pobremente y terminó viviendo como un gran hombre rico en el Palacio de Miraflores con sus hijas que hasta el día de hoy están ahí, y con los sobrinos que se pasean en Ferrari, por Montecarlo en Europa. Por supuesto, la familia presidencial bolivariana sigue siendo la dinastía Chávez.
Ahora, hay que ver los usos, costumbres y lujos que podría tener la esposa del señor Castillo, de la que nadie sabe una palabra.
Hugo Chávez dijo que no iba a estatizar nada, sino que lo iba a nacionalizar, y cerró todos los bancos, todos los medios de comunicación y los regaló por doquier.
El señor Chávez prometió las milicias bolivarianas, que son una suerte de matones armados por el Gobierno que hacen de la ley un estropajo.
El profe Castillo dice que hará lo mismo pero con los ronderos. Cuidado que terminamos con las rondas armadas hasta los dientes y que sean algo así como la Policía Presidencial.
Mucho cuidado con las similitudes con estos dos señores. Miren en lo que terminamos, con corrupción, con populismo y con comunismo, en el caso de Venezuela.
Pero hay un tema bien sintomático que es bastante raro, hasta el momento no se le ha escuchado al profesor Castillo denostar de Odebrecht. No vaya a ser que, a diferencia de “Porky”, que es el único candidato que dijo que hay que echar de una patada en el traste a estos ladrones, este señor termine defendiendo los peajes y las grandes obras de los conglomerados brasileños.
No por algo tenemos al señor Gorriti, visceral defensor de Odebrecht, apoyando la candidatura de Castillo. Mucho cuidado que termine siendo un lacayo de los intereses brasileros y de Lava Jato.
Recuerden lo que dijo en su momento un ministro de Justicia de Ollanta Humala: Odebrecht pone y saca presidentes.
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