Sergio Tapia T.
Ayer, 7 de junio, observaba a uno de mis nietos ingresar al nido, portaba en sus manitos la bandera del Perú.
Ayer fue 7 de junio, me preparé leyendo en la víspera los acontecimientos en torno a la batalla del Morro de Arica, suceso de hace 139 años, cuyos protagonistas viven en nuestro recuerdo de generación en generación, los honramos y no los olvidamos.
Los héroes son faros que ayudan a caminar el presente y el futuro. Ellos iluminan con las virtudes de las que fueron sus portadores. Valores son lo que nos falta, en estas horas de crisis moral que padece nuestra sociedad.
Vivimos en una sociedad en la que los cónyuges asesinan o lesionan a sus parejas, los padres envenenan a sus hijos, las autoridades son corruptas o ineficaces, los profesores son subversivos, los empresarios estafan y los trabajadores entre la deshonestidad y la irresponsabilidad son revolucionarios, se mancilla la inocencia de los niños por quienes deben preservarla y vivimos asediados por los que nos respetan nada ni a nadie.
La sociedad está en constante cambio, porque las personas cambian: Porque crecen en etapas psicológicas o porque vienen nuevas vidas. Por ello, constantemente hay que cultivar valores y hay que sembrar virtudes, como también extirpar vicios y corregir defectos.
La generación histórica que descuide esa tarea, producirá una grave defección, incurrirá en deslealtad por no guardar la secuencia de tiempos responsables que la dinámica del cambio social exige.
Hoy vivimos las consecuencias de un grave desajuste generacional. Que se expresa por la vertiginosa extensión de admirar cualquier veleidad. Padecemos de papanatismo colectivo, fácilmente se nos engaña, cándidamente muchísimos se subordinan y con demasiada candidez muchos otros se encandilan por cualquier oferta y ante cualquier persona.
Es una crisis de anomia social, de pérdida de identidad a escala de alto impacto social. Es tan patente con sólo tener a la vista los resultados electorales de los últimos diez quinquenios, al constatar la carencia de élites, por la falta de calidad de nuestros dirigentes que produce orfandad socio-político-cultural, por la nula existencia de prohombres porque no hay a quien imitar, por la estafa de nuestro sistema educativo sin alternativa eficaz y por el cinismo de la mayoría de las campañas de prensa.
Aristóteles afirmaba que la virtud resplandece en las desgracias. Por eso, los hombres que portan virtudes son nuestra gran herencia. En ellos podemos aprender cultivar los valores y actuar en consonancia con ellos.
Quienes fueron capaces de vivir asimilando el bien y forjando en su interior las virtudes que dieron fuerza a su conducta, los reconocemos como héroes, por ser dignos de imitar, porque testimoniaron honradez hasta el sacrificio personal. Así eran y así fueron Francisco Bolognesi y Alfonso Ugarte, como los demás defensores del Morro de Arica de nuestro Ejército. Así era y así fue Juan Guillermo Moore y los demás miembros de nuestra Marina que combatieron en tierra.
Para superar la grave crisis moral en la que nos debatimos, retomemos el camino que cándidamente rechazamos por superficialidad. Recuperemos el cabal conocimiento de nuestra Historia, reasumamos nuestra conciencia Patria, contemplemos nuestros deberes de cara a la Nación, asumamos virtudes y valores, dejemos de ser hedonistas, busquemos el bien común, sirvamos con sentido de responsabilidad social e histórica; creamos en Dios y portemos valores trascedentes.
No hay otra manera de superar la crisis ética de escala social que nos afecta. El camino ya lo señalaron nuestros héroes y nuestros santos. Ambos sirven de norte para la restauración moral y la transformación integral de la Sociedad y el Estado.
Blog (colección artículos publicados en La Razón): https://sergiotapiatapia.blogspot.com/