Algunas personas al leer el título de esta columna podrían pensar que es imposible afirmar que el odio se ha convertido en un destino y que el patriotismo ha devenido en un desatino, pero lamentablemente es así y se los voy a decir apenado, pero debo hacerlo, porque el tiempo de la Democracia se agota y los espacios de la Libertad se acortan.
El Perú eligió –esa es la frase más indignante- a los que ahora gobiernan y a los que ahora ocupan puestos como Congresistas. Los que gobiernan son los representantes del partido comunista Perú “libre”, sus aliados y las escisiones de los dinámicos del centro. También están usando del poder los “dispuestos” de las múltiples izquierdas que se angustian por beber del dinero público y por continuar incrementando su patrimonio desde el Estado, sea como ministros, vice ministros, asesores, directores, embajadores o lo que puedan conseguir.
Al lado de esos aliados, se encuentran los socios temporales, que juegan al “estoy contigo, me voy sin ti”, método de supervivencia entre pérfidos de la política peruana por el cual utilizan sus votos en el Congreso de la República para amenazar con deslealtades o más componendas. Es como decir en algún momento: “necesitas mis votos y necesito tal ministerio, o tal organismo público, o tal licitación”.
Entonces vemos que el país se ha transformado en una especie de gran ciudad penitenciaria donde los capos o patrones de los pabellones carcelarios, usan sus fuerzas como negocio y como venganza hacia afuera, hacia una tonta, dividida e inestable oposición que se encuentra también –duele decirlo-, con bastantes oportunistas y aspavienteros que por primera vez en sus vidas reciben salarios tan altos y beneficios inmerecidos, por primera vez se sienten “observados y reconocidos”.
La pregunta de rigor es: ¿Estos son los que conducen al país, gobierno de malhechores y oposición de oportunistas? Lamentablemente es la realidad.
¿Pero no hay nadie fuera de esa escena tan miserable? Si te fijas en el gobierno y su entorno, no. Si te fijas en la denominada oposición que anida en el Congreso, prácticamente no, salvo tres excepciones pero que carecen de gran liderazgo, necesario y urgente, y carecen de lo vital: convocatoria.
Entonces, repetimos la reflexión ¿No tenemos nada que hacer, hay esperanzas?
Sí, ahora aumentan las esperanzas, crecen las ilusiones, porque lo que no vale la pena es una mínima expresión política degradada, frente a la fuerza ciudadana que necesita despertar y reconocer su rol en el impulso hacia una mejor Democracia y una mayor Libertad.
Qué complicado me dirás seguramente… ¿Y a quién debemos seguir? La respuesta es una sola y muy simple: Mírate al espejo de la realidad y asume tu rol como ciudadano, levanta la mirada, usa tus palabras y tu energía, moléstate, protesta en tu bodega, en el barrio, en la combi, en el trabajo y habla, habla, di lo que sientes, grita tu indignación, haz militancia por tus Derechos y con una, cinco, cien o mil movilizaciones lo lograremos, consistentemente lo lograremos.
