Si uno revisa detenidamente la evolución general de los grupos, partidos y organizaciones que se han denominado de izquierda en alguna ocasión, podría referirse a una larga lista de difuntos y exterminados por su propio cuchillo, traición y maldad. Han pasado de “decirse” izquierda en los años 80’s por ejemplo, para transformarse en cientos de nombres como frente amplio, unidad popular, fuerza social, vanguardia revolucionaria, concertación descentralista, partido nacionalista, movimiento de afirmación social, ciudadanos por el cambio, movimiento por la amnistía y derechos fundamentales, tierra y libertad, hasta el extremo actual de ponerle “Perú” a cualquier palabra que haga “como que no es de izquierda” a ese conglomerado del odio.
Sin embargo, son máscaras del partido comunista o van aliados a algunas derivaciones de partidos comunistas como Patria Roja, Perú libre y hasta el PC Sendero Luminoso, eso es innegable y se percibe más en las adhesiones de sectores agrupados en el magisterio radical, desde donde operan con impunidad los fanáticos del marxismo leninismo que impulsa al gobierno. Son bombas de tiempo accionadas lentamente para destruir la frágil democracia, pero desde adentro, mostrando ciertas dosis de legalidad y pretendiendo con esos actos y filtración, justificar legitimidad.
El tiempo ha demostrado que tantas caretas no funcionan, si no cuentan con líderes que demuestren práctica y conocimiento, por eso se reciclan los mismos dirigentes, cambiando el nombre a la agrupación que usan temporalmente. Pero fracasan a lo largo del tiempo y paradójicamente, en muy poco tiempo: los de las izquierdas peruanas son expertos en dinamitarse entre sí, felizmente.
Llegaron al gobierno de casualidad y por división entre las fuerzas democráticas que creyeron tener espacios para competir entre ellas, grave error que permitió a Castillo aparecer de imprevisto y por manipulación mediática y electoral. Ante estos escenarios, esas izquierdas decadentes y violentas que gobiernan el país pensaron que las elecciones municipales y regionales de este año serían una catapulta para dominar toda la nación, pero el tiro les salió por la culata, ya que esas agrupaciones caviares y extremistas no superaron el 2% de los votos emitidos, demostrándose que el Perú no quiere más corrupción, impunidad y odio. Esa bandera agresiva y llena de resentimiento de las izquierdas, fue barrida por los ciudadanos que emitieron sus votos por diversas opciones municipales y regionales, alcanzando en Lima su máxima expresión.
En el Perú ya no hay Alfonso Barrantes, ni Henry Pease, tampoco un Jorge del Prado o un Genaro Ledesma –para citar algunos honestos izquierdistas de antes, mucho antes-, líderes y voceros de una izquierda intelectualmente preparada para la lucha política y en cierto modo, para gobernar hasta un determinado nivel.
Luego de ellos, nada. Después de ellos, miseria moral, degradación dirigencial, vergüenza absoluta. Por ello, sus reemplazos generacionales dan espectáculos violentos, son agresivos, resentidos y malcriados ante cualquiera que piense u opine diferente. Ese es el drama de las izquierdas de hoy, ese es el castigo a los que profesan ahora el odio en la política.