La guerra entre Rusia y Ucrania ha generado una preocupación global desde su inicio, y las propuestas para poner fin a este conflicto han variado en su enfoque y viabilidad. En este contexto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha presentado un plan de paz -de acuerdo a los trascendidos- que podría poner fin a la guerra. Sin embargo, la reacción de Rusia y las realidades sobre el terreno plantean serias dudas sobre su implementación.
Lo circulado del plan de paz
El plan de paz de Trump incluye varias medidas clave, entre ellas: el alto al fuego: Un cese de hostilidades que comenzaría el 20 de abril de 2025. Un acuerdo de paz, con la mediación de Estados Unidos, China, la Unión Europea y países del Sur global como Brasil e India para negociarlo.
Además, la realización de elecciones en Ucrania a fines de agosto de 2025. Es importante destacar que Ucrania renunciaría a ser miembro de la OTAN y declararía su neutralidad.
Por otro lado, Estados Unidos se comprometería a apoyar la modernización de las fuerzas armadas ucranianas.
Otros ítems que no han trascendido, pero que serían propuestos es que el territorio liberado por Rusia quedaría bajo su control, además de Crimea definitivamente. Se levantarían las sanciones impuestas a Rusia y se devolverían sus activos confiscados por Occidente, acciones que carecieron de base legal. Esto ha generado preocupaciones sobre la seguridad de los fondos internacionales en bancos occidentales, cuestionando la fiabilidad del sistema financiero global.
Reacción rusa
El vicecanciller de Rusia, Serguéi Riabkov, ha expresado escepticismo hacia el plan de Trump. Riabkov ha declarado: «Estamos abiertos al diálogo, dispuestos a negociar con firmeza, teniendo en cuenta las realidades ‘sobre el terreno’ y nuestros intereses nacionales, predeterminados por la historia y la geografía». Esta postura refleja una desconfianza inherente hacia las propuestas occidentales, basada en experiencias previas de engaño y manipulación.
Creemos que Rusia no aceptaría un alto al fuego «así porque sí». Ya el primer ministro húngaro Viktor Orban lo había propuesto, sin suerte. Anteriormente, Rusia había sido engañada en varias ocasiones, como en el caso de las promesas incumplidas sobre la expansión de la OTAN hacia sus fronteras, los acuerdos del grano, que, si bien Rusia permitió el comercio libre, la segunda parte no fue cumplida por la OTAN ni EE. UU, que era la autorización para que Rusia comprara repuestos para maquinaria agrícola y que un banco ruso ingresara al sistema Swift.
De manera similar, cuando se estuvo a punto de firmar los Acuerdos de Estambul en abril de 2022, se solicitó a las fuerzas rusas que retiraran las tropas que rodeaban Kiev. Cumpliendo con este pedido, Rusia retiró sus tropas; sin embargo, bajo la presión de Gran Bretaña, Ucrania se negó a firmar los acuerdos. Todo había sido una artimaña para ganar tiempo.
Estos incidentes han reforzado la percepción rusa de que un alto al fuego podría ser utilizado por Ucrania y sus aliados para procrastinar y reforzarse militarmente.
Lo complicado
Un aspecto clave del plan de Trump es la cuestión territorial. Rusia insiste en mantener el control sobre los territorios que ha liberado, incluyendo el Dombás, y Crimea, cuyos habitantes son predominantemente prorrusos.
En este punto, Rusia no va a ceder. La operación militar especial de Rusia tuvo como objetivo declarado proteger a los habitantes de lengua y cultura rusa de los bombardeos ucranianos. Estos bombardeos, llevados a cabo por gobiernos nacionalistas y neonazis desde 2014 contra la población civil del Dombás, causaron 14 mil muertos. La intervención rusa fue justificada legalmente bajo el derecho internacional («casus belli») debido al incumplimiento de los Acuerdos de Minsk I y II por parte de Ucrania. Los gobiernos ucranianos habían perdido, de facto, su autoridad en aquellos territorios y el respeto de sus habitantes.
De manera similar, concretar el plan de Trump enfrenta varios desafíos significativos, debido a que Estados Unidos y otros aliados occidentales continúan suministrando armas a Ucrania, lo que socava las intenciones de paz. La entrega de aviones Mirage 2000 y F-16 por parte de Francia y Países Bajos, respectivamente, también contribuye a escalar el conflicto.
Hablando francamente, ¿cómo puede Estados Unidos lograr el fin de la guerra si no ha detenido el envío de armas a Ucrania? ¿Qué clase de árbitro puede ser si sus buenas intenciones se ven socavadas por el continuo suministro de armamento? No obstante, debo afirmar que estoy convencido de que las negociaciones y los esfuerzos de mediación siguen siendo esenciales para encontrar un camino hacia la paz que priorice la seguridad y el bienestar de todas las personas involucradas.
Es evidente que Rusia podría terminar la guerra rápidamente, pero esto resultaría en un alto número de bajas civiles. Por esta razón, el conflicto se ha prolongado.
Más obstáculos
El mandato del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, venció el 20 de mayo de 2024. Según la Constitución ucraniana, no está autorizado para firmar un acuerdo de paz, y una ley prohíbe negociar la paz con Rusia. Esto plantea la cuestión de quién representaría a Ucrania en la firma de un acuerdo de paz, convirtiendo la situación en una posible pantomima.
Alternativamente, la paz podría no ser firmada por Ucrania, sino que podría ser rubricada por Rusia, por un lado, y por la OTAN y Estados Unidos por el otro. Esto sería similar a lo que ocurrió en Corea, como recuerda el excanciller Francisco Tudela: el alto al fuego fue firmado por Corea del Norte y Estados Unidos, con autorización de Corea del Sur, que tenía intenciones de continuar la guerra para reunificar la península.
Por otro lado, más del 50 % de los ucranianos desea la paz con Rusia, lo que deja a Zelenski sin respaldo para continuar la guerra, debido al alto costo humano y económico que este conflicto representa para Ucrania. La cúpula política ucraniana ha sufrido un gran desprestigio tras denuncias y acusaciones de vivir lujosamente, realizando compras de coches y casas en Europa, mientras sus hijos vacacionan en otros países, todo esto mientras el país enfrenta una guerra. Esta percepción de corrupción y desigualdad -sumadas a los impopulares reclutamientos forzosos- han aumentado la frustración entre la población.
Lo que trascendió del plan de paz de Trump, aunque optimista y audaz, enfrenta serios desafíos. La desconfianza entre las partes, las realidades políticas y territoriales y las divisiones internas en Ucrania complican su implementación.
El levantamiento de sanciones y la devolución de activos confiscados por Occidente también son puntos de conflicto. Rusia considera que estas medidas son esenciales para restablecer la confianza y garantizar su seguridad económica. Sin embargo, cumplir con estas demandas puede resultar difícil para los países occidentales, que temen que ceder a las exigencias rusas pueda sentar un precedente peligroso, a pesar de que ellos mismos impusieron las sanciones.
A medida que las negociaciones continúan, es crucial que todas las partes involucradas trabajen juntas de buena fe para encontrar una solución que garantice la seguridad, la justicia y el bienestar de todos los afectados por el conflicto. Solo a través de un diálogo sincero y compromisos equilibrados será posible alcanzar una paz duradera en Ucrania.
(*) Premio mundial de periodismo “Visión Honesta 2023”