Ricardo Sánchez Serra
La visita del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, a Marruecos, la audiencia real con el Rey Mohammed VI y el cambio positivo de la postura de su país al plan de autonomía sobre el Sáhara marroquí, como «la base más seria, creíble y realista para la resolución de esta disputa”, es sin lugar a dudas un hecho histórico, que facilita la solución al ficticio problema creado por Argelia y tiene más valor porque amista nuevamente a dos pueblos históricamente unidos, reivindica la integridad territorial de Marruecos y porque el mundo necesita paz y seguridad.
Atrás quedan las rencillas, que no valen la pena mencionar, porque se ha entrado a una nueva etapa de relaciones «fundada en el respeto mutuo, la confianza recíproca, la concertación permanente y la cooperación franca y leal».
Cabe recordar que los dos países se encuentran entrelazados por una alianza estratégica, en que aparte de estrechar los lazos bilaterales, mantienen una acción conjunta contra la delincuencia organizada, la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, y la inmigración ilegal.
Como señaló el presidente de la Cámara de Representantes de Marruecos, Rachid Talbi El Alami, a una delegación de congresistas peruanos: “el único país estable y democrático en la región es Marruecos, un modelo a seguir. Hay solo que ver cómo está Túnez, Libia o los golpes de estado en otros países subsaharianos. La región se convirtió en una zona de tensiones y conflictos, y Marruecos reiteró que quiere la estabilidad. Tenemos fe en la democracia y en las elecciones libres”.
“Como Estado -prosiguió- nos incumbe defender la paz de la región y que no sea la próxima etapa del terrorismo. Desplegamos esfuerzos para mantener la seguridad. Marruecos no busca ni quiere la guerra. Rechazamos la guerra porque esta significa sacrificar la vida de miles de ciudadanos. La guerra la quiere la que se denomina la falsa República Saharaui del Polisario”.
Por otra parte, entre los acuerdos, se reabre el estrecho al tráfico de pasajeros y se normaliza la operación paso del estrecho donde cruzan mas de tres millones de marroquíes.
La nueva postura de España es significativa, porque tiene más valor al haber sido una potencia colonialista en la zona y conoce la verdad histórica y jurídica, y que, sumada a la posición de Estados Unidos de reconocer la soberanía marroquí del Sahara Occidental, son una demostración al mundo de la justicia real y legalidad comprobada de Marruecos sobre su Sáhara y que debe seguir respaldada, como lo está, por muchos otros países, entre ellos el Perú.
El canciller César Landa tiene la obligación histórica, jurídica y diplomática de rectificar la posición peruana, del último 8 de setiembre, hecha entre gallos y medianoche, de restablecer relaciones con una república (saharaui) que no existe, más que en la mente ideológica comunista del Foro de Sao Paulo, además que fue un gesto inamistoso no solo con Marruecos, sino con el mundo árabe (salvo Argelia) y la mayoría de las naciones africanas.
El Perú debe ir por el camino correcto respetando la integridad territorial de los Estados. Cabe recordar, una vez más, que cuando el Rey Mohammed VI visitó el Perú, brindó sus buenos oficios para que las naciones árabes y africanas apoyen al Perú para ser miembro del Consejo de Seguridad y dicho sea de paso, cumplió.
También es bueno refrescar la memoria para los diplomáticos y nuevos funcionarios de la Cancillería, la valiosísima intervención -en el litigio marítimo con Chile- del juez marroquí de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, Mohamed Bennouna, que, con apoyo del Gobierno de Marruecos, brindó unas sorprendentes y decisivas preguntas a la delegación chilena, que definió el curso del litigio a favor del Perú.
El canciller Landa, su viceministro y el representante permanente del Perú ante la ONU, tienen en sus manos la oportunidad histórica de devolver a Torre Tagle su prestigio y su posición de neutralidad constructiva y activa ante la comunidad internacional. Eso no se hace con un país amigo.
