La relación entre el dinero y los valores morales es un tema que suscita debates y reflexiones profundas. En el Perú, donde la realidad socioeconómica y cultural se entrelaza de manera compleja, es crucial examinar cómo el mercado influye en nuestras vidas y en nuestras concepciones éticas. Durante la pandemia, esta cuestión se volvió especialmente relevante, nos vimos confrontados con la cruda realidad de que, en muchos casos, la vida y la salud estaban siendo valoradas en términos monetarios. Desde la necesidad de dinero para acceder a servicios médicos hasta la compra de insumos básicos para sobrevivir, nos enfrentamos a la encrucijada de hasta qué punto permitir que el mercado determine el valor de nuestras vidas. Quiero citar a uno de mis autores favoritos, Michael Sandel, en su obra “What Money Can’t Buy: The Moral Limits of Markets”, plantea con agudeza este dilema. ¿Deberíamos permitir que todo esté sujeto a la lógica del mercado? ¿Es ético que el dinero medie nuestras relaciones personales, nuestros valores más íntimos?
En el Perú, estas preguntas adquieren una relevancia aún mayor. En un país donde la desigualdad económica es palpable en cada esquina, donde la brecha entre ricos y pobres es real, el papel del mercado en la vida cotidiana es innegable. Desde la necesidad de dinero para acceder a una educación de calidad hasta la compra de medicinas para tratar enfermedades, el dinero se convierte en un factor determinante en la calidad de vida de las personas, hasta para participar en política el dinero juega un papel importante.
Sin embargo, ¿hasta qué punto debemos permitir que el mercado gobierne nuestras vidas? ¿Sería aceptable que la justicia, el amor, la amistad, la vida estén sujetas a la lógica del intercambio monetario?
Mi experiencia personal me ha llevado a reflexionar sobre estas cuestiones de manera profunda, existe un aspecto moral más profundo que debe ser tenido en cuenta. Por ejemplo, en el ámbito religioso, surge la pregunta de si es ético intercambiar dinero por servicios espirituales, como oraciones o bendiciones. ¿Es aceptable que la fe y la espiritualidad estén sujetas a la lógica del mercado? Por ejemplo, pagar dinero por la realización de oraciones por parte de líderes religiosos, matrimonios o bautizos ¿Es ético que las bendiciones y las intercesiones divinas estén sujetas a una tarifa monetaria? ¿Qué implicaciones tiene esto para la espiritualidad y la fé de las personas?
He sido testigo de cómo la solidaridad y el apoyo mutuo pueden trascender las barreras impuestas por el dinero. En momentos de dificultad, la comunidad se une para brindar ayuda a aquellos que más lo necesitan, demostrando que hay valores que van más allá de la lógica del mercado. Es importante reconocer que el mercado tiene sus limitaciones. Si bien puede ser un mecanismo eficiente para asignar recursos escasos en ciertos contextos, no puede ni debe ser el único determinante en nuestras vidas. La justicia, la dignidad humana, el ambiente sano, la amistad, el amor y el bienestar colectivo son valores que trascienden la lógica del intercambio monetario y que deben ser protegidos y promovidos independientemente de las fuerzas del mercado.
Lector, lectora siempre deberíamos preguntarnos ¿Qué tipo de sociedad queremos ser? ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestros valores más profundos en aras del beneficio económico?
El dilema moral de los mercados es un tema de suma importancia en la realidad peruana y en el mundo en general. Es fundamental cuestionar el alcance del mercado en nuestras vidas y defender aquellos valores que consideramos sagrados e inalienables. Solo así podremos construir una sociedad más justa, sostenible, equitativa y humana para todos. Quiero recordar aquí una frase de Nora mi madre, la oración no tiene costo él te escucha sin necesidad de dinero y la verdad es justicia. Gracias por leerme.
(*) Abogada Constitucionalista
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