Maya tiene 5 años; la conocí camino a Ciudad de México saliendo de Ixtafiayuca en la región de Puebla, México. Desde que la vi, pude ver esos ojitos marrones de amor que solo ella tiene. Hoy, desde Lima, te hablaré de Maya, mi hija, mi familia, mi perra.
Hace exactamente un año y un mes, Maya tuvo un accidente. Yo estaba por dictar una conferencia cuando mi mamá me llamó con voz entrecortada: “Ross, por favor, respira. Maya tuvo un accidente, la atropellaron, el chofer se fue a la fuga. La estamos llevando a la clínica con tu hermana”.
Mi corazón latía; no podía creerlo. Solo quería llorar, pero respiré. En ese momento, mis años de yoga y meditación funcionaron. Entré a la conferencia, hablé muy bien, terminando la presentación.
Tuve que hablar con invitados, luego mi mejor amiga con su novio me trasladó a la clínica donde estaba Maya. Solo quería saber que estaba bien. Quería verla. La doctora me dijo: “Lo siento, Maya está muy mal. Tal vez no pase de esta noche. No estamos en horario de visitas, pero puede pasar a verla”. Al verla, eché el llanto contenido horas atrás. No sé, no puedo describirlo con palabras. Me agaché, la besé, le dije: “Mi amor, aquí estás viva. Tú eres fuerte, siempre has sido fuerte. Te pido solo dame señales, tú puedes, mi amor”.
Le canté al oído la canción muy conocida de Bob Marley: “Don’t worry about a thing, cause every little thing gonna be all right”. Maya pasó la noche, al día siguiente, en el reporte médico de cada mañana a las 7 a. m., me llaman de la clínica y me dicen: “Maya reporta mejoras, pasó bien la noche. Tiene traumatismo encefálico y está con pronóstico reservado. Sigue en observación. Por favor, esperar. Tiene que hacerse tal examen. Necesitamos la autorización”.
Fue inmediata mi autorización y en el teléfono mi llanto. “Doctora, hagan todo lo posible para salvar a Maya, por favor”. Pasó la semana con los reportes, las visitas, y Maya salió de alta. Realmente fue un milagro. Yo lo viví, ella lo sintió. No podía hacer escretas por sí misma. Tuvo meses de fisioterapia hasta que por fin nos sorprendió a todos. Maya, mi milagro.
Desde que llegó a mi vida, fue un milagro, dándome alegrías. Yo debía cuidarla. Quien no conoce a Maya no entenderá mucho lo que digo. Perdón, quien no tiene un perro como parte de su familia no entenderá lo que digo.
Maya es especial, luz, ángel, amor, confort, familia. Siempre me espera a la puerta, mueve la cola y corre a casa conmigo. Sube a mi cuarto y se echa a mi lado mientras realizo algún trabajo o hablo por teléfono. Estoy escribiendo esto, y ella está aquí conmigo, durmiendo y también despierta. Los animales sienten, los animales aman, los animales escuchan, los animales nos cuidan.
En Perú, es fundamental destacar la protección jurídica para los animales como seres sintientes y sujetos de derecho. La Ley de Protección y Bienestar Animal (Ley 30407) representa un paso significativo en este reconocimiento, buscando garantizar el bienestar y la protección de todas las especies vertebradas, ya sean domésticas o silvestres, mantenidas en cautiverio. Esta norma está en proceso de evolución, subrayando en su artículo catorce que los animales son seres sensibles.
Es relevante señalar que el Tribunal Constitucional ha emitido sentencias específicas reconociendo a los animales como sujetos de protección. Dichas decisiones establecen su derecho intrínseco a un trato digno. Como dijo Mahatma Gandhi: “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que sus animales son tratados”. El Código Penal incluye disposiciones específicas que consideran el maltrato animal como un delito, imponiendo sanciones legales a quienes lo infrinjan.
El derecho animal, en constante evolución, busca reconocer la importancia de tratar a los animales con compasión y consideración, reconociéndolos como seres sintientes y sujetos de derecho. La conciencia pública y la educación son cruciales para promover un cambio cultural que garantice el respeto y la dignidad de todas las formas de vida en nuestra sociedad.