La lucha de la mujer, narrativa sin fin que se entrelaza con la historia de resistencia y emancipación, encuentra su expresión más emblemática en el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer. Más que una conmemoración, esta fecha revitaliza el compromiso constante y colectivo de las mujeres en todo el mundo, porque es claro que como mujeres no celebramos nada.
En sus raíces, el 8 de marzo se conecta con las movilizaciones de mujeres a comienzos del siglo XX, una respuesta contundente a las condiciones sociales y laborales adversas que permeaba la sociedad y que no ha cambiado mucho en la actualidad. La proclamación de la ONU en 1977 para instar a todos los estados a conmemorar el Día de las Naciones Unidas para los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional amplificó la importancia del 8 de marzo a nivel mundial. Sin embargo, esta internacionalización no diluye la esencia de la lucha por la equidad arraigada en la diversidad de experiencias y desafíos que enfrentamos las mujeres en diferentes contextos.
Las disparidades en el acceso a la educación y la participación política. Por ejemplo, las mujeres que viven en zona rural enfrentan barreras adicionales para acceder a oportunidades educativas, limitando sus posibilidades de empoderamiento, donde los indices de violencia justamente son mayores en zonas rurales. La falta de representación de mujeres en la política y la toma de decisiones es otro reflejo de las inequidades sistémicas. La pandemia de COVID-19 y los efectos del cambio climático ha marcado estas desigualdades, afectando de manera desproporcionada a las mujeres en términos de empleo, carga de trabajo doméstico y acceso a servicios de salud. El enfoque interseccional resalta cómo estas crisis impactan de manera diferente a las mujeres según sus circunstancias particulares.
Es fundamental reconocer a mujeres que, a pesar de no ser portada de revistas, han dejado una huella imborrable en la historia. En el Perú, mujeres como María Elena Moyano, defensora de los derechos humanos, o Micaela Bastidas, precursora de la independencia, han contribuido significativamente a la lucha de los derechos a la mujer.
A nivel mundial, mujeres como Malala Yousafzai, defensora de la educación de las niñas, o Rigoberta Menchú, líder indígena y Premio Nobel de la Paz, han inspirado con su valentía y dedicación. Estas mujeres, entre muchas otras, personifican la esencia del 8 de marzo: una celebración de la diversidad, fortaleza y sororidad.
El 8 de marzo trasciende el tiempo y las fronteras, encapsulando la resistencia sistemica continua de las mujeres. Cada año, esta fecha podemos reflexionar sobre los logros, los desafíos y el camino por recorrer en la búsqueda de la igualdad y justicia. Pero también honramos a las mujeres que, en su anonimato o reconocimiento público, han dejado una huella imborrable en la historia de la valentia forteleza por los derechos a la mujer.
Ha todas las mujeres que leen este espacio, eres mujer, eres venús, eres vida, no estamos solas, unidas somos más fuertes y con Dios invencibles.
(*) Abogada especialista en Derecho Ambiental