El 3 de diciembre es una fecha significativa en mi vida. Es el día del cumpleaños de dos personas importantes: mi abuelito, papá de mi madre, y mi sobrina Alba. Mi abuelito, Papá Manuel, fue un hombre excepcional que me enseñó mucho cuando quedé huérfana. Se convirtió en una figura paterna para mí, llamándome cariñosamente “mome” o “negrita”. Su amor y dedicación me marcaron profundamente, y aunque ya no está físicamente con nosotros, sé que descansa en Dios. También, hace ocho años, el 3 de diciembre se iluminó nuestra casa con la llegada de Alba, mi sobrinita, quien con su dulce voz y alegre presencia es la luz de nuestra familia.
Papá Manuel me inculcó un profundo amor por la naturaleza y su biodiversidad. Recuerdo que, cuando tenía ocho años y él ya había partido, descubrí «El coronel no tiene quien le escriba» de Gabriel García Márquez. Ese libro llegó a mí porque mi hermano mayor debía leerlo para el colegio, y yo, curiosa, lo tomé a escondidas porque «no era una lectura para niños». Hoy comprendo por qué García Márquez consideraba esta obra como su mejor novela. En nuestras familias, también los adultos mayores ocupan un lugar especial. En mi caso, mi madre es ahora una adulta mayor, y cada vez que la observo me pregunto si estamos haciendo lo suficiente por quienes han dado tanto. Esto me lleva a reflexionar sobre la realidad en el Perú, donde más del 13 % de la población son adultos mayores que equivale a 4 millones 747 mil 803 personas, muchos de los cuales enfrentan condiciones de vida precarias, muchos adultos mayores en nuestro país viven en la incertidumbre y el abandono. Algunos no reciben el apoyo necesario para una vejez digna, y su situación empeora por la falta de acceso a recursos básicos como salud, vivienda y alimento. Es preocupante cómo la sociedad parece ignorar esta problemática. Mientras celebramos medidas como los retiros de fondos de las AFP, que alivian problemas inmediatos, olvidamos que el ahorro previsional es clave para asegurar una vejez digna. La falta de previsión puede llevarnos a una situación como la del coronel, enfrentando carencias en los momentos más vulnerables de la vida. Desde un enfoque jurídico, la Constitución Política del Perú establece en su artículo 1 que la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado. Asimismo, el artículo 4 menciona que el Estado y la sociedad protegen especialmente a las personas en situación de vulnerabilidad, como los adultos mayores. La Ley N° 30490, Ley de la Persona Adulta Mayor, también establece derechos fundamentales para garantizar su bienestar, incluyendo el acceso a la salud, pensiones adecuadas y programas de apoyo social. Sin embargo, la aplicación efectiva de estas normativas sigue siendo un desafío. Es urgente mejorar las condiciones de vida de los adultos mayores. Esto implica una mayor inversión en programas sociales que aseguren su bienestar y el cumplimiento de sus derechos. Además, como ciudadanos, debemos fomentar una cultura de respeto y cuidado hacia ellos. No basta con recordar su importancia en fechas especiales; debemos tomar acciones para garantizar que puedan disfrutar de una vejez digna. Papá Manuel me enseñó a valorar lo sencillo y lo esencial, como el amor a la naturaleza y la bondad hacia los demás. Sigamos su ejemplo. Reflexionemos sobre cómo podemos contribuir, tanto individual como colectivamente, a un mejor futuro para nuestros adultos mayores, para que nunca tengan que vivir en el olvido ni en la desolación.
Gracias por leerme
(*) Abogada Constitucionalista