En la localidad costera de Lobitos, en Piura, las olas que alguna vez atrajeron a surfistas de todo el mundo hoy llevan consigo manchas negras de petróleo. Este paraíso marino, conocido por sus aguas cristalinas y su biodiversidad, enfrenta ahora un desastre ambiental causado por el derrame de hidrocarburos en la Refinería Talara, operada por Petroperú. El incidente no solo ha afectado a la fauna y flora marina, sino que ha transformado la vida de los pescadores y sus familias, quienes ahora se enfrentan a una crisis. Don Julio, un pescador de 52 años que ha pasado su vida entera en estas aguas, mira desolado el horizonte. “Hace dos semanas, mi hijo y yo salimos al mar como siempre, pero lo único que encontramos fue petróleo flotando. Las redes estaban llenas de manchas negras, los peces muertos. Ya no tenemos nada que pescar”, relata con la voz quebrada. Para Don Julio y otros cientos de pescadores, el mar no es solo una fuente de ingresos, sino su hogar y su herencia. Sin embargo, la contaminación ha destruido su sustento, dejando a muchas familias sin saber cómo sobrevivir.
El impacto ambiental es innegable. Según el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA), más de 10,000 metros cuadrados de mar han sido contaminados. Las playas están cubiertas de petróleo, y especies como tortugas, cangrejos y peces enfrentan a los efectos del hidrocarburo. Este ecosistema azul, donde convergen las corrientes de Humboldt y Ecuatorial, está ahora en peligro. El caso de Lobitos no es un hecho aislado, sino un síntoma de un problema más profundo: Petroperú no está preparada para enfrentar los desafíos de la crisis climática ni para restaurar los pasivos ambientales que ha acumulado a lo largo de los años. Las operaciones de la empresa, centradas en la extracción y refinamiento de hidrocarburos, son particularmente vulnerables al cambio climático, que exacerba las tormentas, las mareas y otros eventos extremos que pueden agravar los riesgos de derrames. Sin embargo, hasta ahora, Petroperú no ha presentado un plan integral que contemple la adaptación climática o la mitigación de impactos en sus actividades. El histórico pasivo ambiental de Petroperú también es una carga pesada. En las últimas décadas, se han reportado más de 1,400 derrames de petróleo en el país, principalmente en regiones como Piura y Loreto. Muchas de estas áreas afectadas aún no han sido restauradas, dejando a las comunidades locales lidiando con los efectos a largo plazo en su salud, economía y medio ambiente. La falta de voluntad política y de recursos dedicados a la remediación solo profundiza estas cicatrices. La crisis climática plantea un nuevo conjunto de retos para los cuales Petroperú parece no estar preparada. Las proyecciones indican que fenómenos como el aumento del nivel del mar y las tormentas más frecuentes podrían afectar aún más las operaciones de extracción y transporte de hidrocarburos. La empresa, sin embargo, no ha dado señales de adaptar su infraestructura ni de diversificar sus fuentes de energía hacia opciones más sostenibles.
Esta falta de preparación tiene consecuencias directas para las comunidades locales. Rosa Paredes, dueña de un pequeño restaurante frente a la playa, lo explica claramente: “Ya no es solo este derrame, sino todo lo que viene después. Si las empresas no cambian, ¿cuántas veces más tendremos que pasar por esto?”. Su restaurante, antes lleno de turistas y locales, hoy está vacío. Como ella, muchas otras personas han visto cómo su sustento se desmorona.
Gracias por leerme
(*) Abogada constitucionalista