Por: Ross Barrantes // Verano que arde

por | Ene 27, 2024 | Opinión

Mientras escribo esta columna, tengo prendido el ventilador frente a mí, y para todos ustedes la sensación de calor debe ser similar, estamos con una sensación térmica de 30º grados centígrados, el mundo arde, el Perú arde.

En medio de un paisaje marcado por la intensidad del calor y la incertidumbre climática, nos encontramos en un momento crucial para reflexionar sobre la urgencia de tomar medidas concretas frente al cambio climático. Desde las predicciones del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (SENAMHI) hasta los informes alarmantes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), estamos siendo testigos de los efectos cada vez más palpables de un planeta que se recalienta a un ritmo preocupante. Este verano, caracterizado por olas de calor extremas, está poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación y resiliencia. La sequedad de la selva central y la costa norte, junto con las previsiones de lluvias intensas, anticipan desafíos significativos para la agricultura y la disponibilidad de agua potable en diversas regiones del país. A medida que el fenómeno del Niño se manifiesta con mayor fuerza, es imperativo que adoptemos un enfoque proactivo en la gestión de riesgos y en la implementación de políticas climáticas efectivas.

Es preocupante observar cómo, a pesar de las advertencias y la evidencia científica, la infraestructura y las políticas públicas aún no están adecuadamente preparadas para enfrentar estos desafíos. La falta de bebederos de agua potable en espacios públicos, especialmente en zonas urbanas densamente pobladas como Lima, resalta una brecha en la planificación urbana que debe ser abordada con urgencia. La dependencia excesiva de agua embotellada y el uso desmedido de plásticos solo agravan los problemas ambientales que ya enfrentamos.

En este contexto, es crucial que tanto el gobierno como la sociedad civil asuman su responsabilidad compartida en la búsqueda de soluciones sostenibles. La adaptación al cambio climático no puede limitarse a medidas de infraestructura gris; debemos integrar enfoques basados en la naturaleza y promover prácticas que fomenten la resiliencia y la conservación de recursos. Es alentador ver ejemplos de iniciativas locales y regionales en otros países de la región, como Colombia, que están respondiendo de manera proactiva a los desafíos climáticos. La reforestación, la educación ambiental y la promoción del uso responsable de recursos son pasos fundamentales en la dirección correcta. Sin embargo, necesitamos un compromiso más amplio y coordinado a todos los niveles de gobierno y sociedad para lograr un cambio significativo. En última instancia, la crisis climática no reconoce fronteras ni distinciones socioeconómicas. Todos estamos en este barco juntos y debemos actuar con determinación y solidaridad para proteger nuestra casa común.

Este verano, mientras el calor abrasador nos recuerda la urgencia de la situación, hagamos de la acción climática una prioridad colectiva. Es hora de pasar de la preocupación a la acción, transformando los desafíos en oportunidades para construir un futuro más sostenible y resiliente para todos.

(*) Abogada especialista en Derecho Ambiental


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