En los últimos años, hemos sido testigos de una tendencia alarmante en la formulación de políticas educativas: la decisión aparentemente casual de cambiar a la educación remota cada vez que surgen desafíos. Como educadora y administradora con años de experiencia internacional, me encuentro cada vez más preocupada por las implicaciones de estas decisiones precipitadas en nuestra comunidad educativa.
El problema de las soluciones universales
La facilidad con la que las autoridades educativas ordenan la transición a la educación remota -ya sea debido a huelgas, exposiciones mundiales u otros eventos- revela una preocupante desconexión entre los formuladores de políticas y las realidades educativas. Estas decisiones a menudo se toman sin considerar adecuadamente las diversas circunstancias que enfrentan las diferentes escuelas, tratando la educación remota como una solución única para cualquier interrupción.
El caso de la autoridad local
Los directores de escuela, junto con sus comités de gestión, deberían tener la autoridad para evaluar si sus escuelas pueden mantener la educación presencial durante circunstancias desafiantes. Estos líderes locales comprenden las capacidades únicas de sus instituciones y pueden determinar mejor cómo preservar la experiencia educativa esencial cara a cara sin comprometer el bienestar y la seguridad de los estudiantes.
Doble estándar en las políticas públicas
El contraste es sorprendente: mientras los eventos deportivos nacionales reciben medidas de seguridad integrales y apoyo para garantizar su continuación, el sistema educativo lucha por encontrar soluciones matizadas a sus desafíos. Esta disparidad destaca una preocupante priorización en la asignación de recursos y la toma de decisiones de nuestra sociedad.
La ironía de la educación moderna
Quizás la mayor ironía radica en los objetivos declarados de nuestro sistema educativo. Afirmamos priorizar el desarrollo del pensamiento crítico y las habilidades emprendedoras en nuestros estudiantes, sin embargo, operamos dentro de un marco que sofoca estas mismas cualidades en nuestros líderes educativos. Los administradores escolares encuentran sus manos atadas, forzados a implementar soluciones potencialmente inapropiadas en lugar de elaborar respuestas adaptadas a sus circunstancias específicas.
La mentalidad de rebaño
El enfoque actual de la toma de decisiones educativas refleja una preocupante mentalidad de rebaño. Aquellos que se atreven a cuestionar o desviarse de los enfoques obligatorios enfrentan críticas y resistencia, a menudo sin la oportunidad de explicar su razonamiento o presentar soluciones alternativas. Este ambiente desalienta la innovación y el pensamiento crítico que pretendemos inculcar en nuestros estudiantes.
Avanzando hacia el futuro
Para servir verdaderamente a nuestras comunidades educativas, debemos reconsiderar nuestro enfoque de la gestión de crisis en las escuelas.
Esto significa:
Empoderar a los directores de escuela para tomar decisiones informadas basadas en sus circunstancias específicas
Desarrollar marcos flexibles que permitan respuestas variadas a los desafíos
Asegurar que la educación presencial siga siendo la prioridad siempre que sea posible
Crear espacios para un diálogo significativo sobre soluciones educativas en lugar de imponer políticas universales
El camino a seguir requiere que nos alejemos de la «facilidad inimaginable» de recurrir por defecto a la educación remota y, en su lugar, nos comprometamos con el trabajo más desafiante pero finalmente más gratificante de elaborar respuestas reflexivas y matizadas a los desafíos educativos.
El futuro de la educación de nuestros niños depende de nuestra capacidad para equilibrar la orientación centralizada con la autonomía local, asegurando que nuestras respuestas a los desafíos fortalezcan, en lugar de comprometer, nuestra misión educativa.
(*) Directora Colegio León Pinelo