Claudicar ante la horda de corruptos jamás debe ser una alternativa para quien se precia de amar a la patria. Se puede colisionar contra una cúpula de adictos al poder. Puedes enfrentarte a un grupo de criminales y quedar expuesto ante el sistema interno. Pueden avasallarte “cuartos de guerra” que se asocian para detener iniciativas que amenacen con ponerlos en la sombra y relegarlos. Puede, una manga de delincuentes, bloquear cualquier acción política e intentar “congelarte”. Pueden buscar amordazarte atacando a tu familia, amenazando tu salud y la vida misma. Pero nada justificará que claudiques cuando se trate de defender tus principios y la patria. Menos aún si tienes los elementos que comprueban los crímenes.
La brecha generacional importa sobremanera. No es un tema de menor escala. Trazan líneas divisorias que afectan estructuralmente el proyecto de vida de quienes han sido etiquetados como una amenaza al continuismo de los corruptos. ¿Es complejo resistir el embate de quienes han robado juntos, son cómplices de crímenes, y se alían para sepultarte? Claro que sí. Es una soberana joda. Mas aun cuando tienes el temple suficiente para exhibirlo y denunciarlo a todo costo.
Cuando conoces los detalles y episodios más oscuros de quienes le han mentido a la nación para forjarse un nombre, te perciben peligroso. No consultan razones. Solo te etiquetan en determinada línea de tiempo para hacerte rehén. Pero ser rehén de causas abyectas, es debilidad de espíritu. Entonces pones por delante la patria y la defiendes. Así me inicié, así persistiré, y pesar de los esfuerzos que hagan para que ello no prevalezca, solo sirve perecer ante Dios y la patria.
Si no puedes ser leal a tus propios principios, no puedes serlo ante quien eligió modificar su escala de valores para claudicar ante el sistema que pudre el alma y da miseria a gente inocente. Corromperse el alma deliberadamente y fallarle a quienes te impulsaron cuando eras nadie, es una monstruosa forma de corrupción. Una que trasciende el tipo penal y va más allá de lo ilícito.
Diseñar una narrativa que te permita entrar en los miedos y la psique colectiva te provee de una alta responsabilidad. Utilizar ello para engañar a los más vulnerables te convierte en un perfecto miserable. Y si, esto también va de las formas más condenables de corrupción.
Si quiebras proyectos de vida, pasas por encima abusando de tu posición de ventaja, y meas en la esperanza de gente inocente (condición de conciencia para actuar), te convertiste en un peligroso delincuente que ha perpetrado una de las tipologías más condenables de corrupción. Nuevamente, esto va más allá de lo ilícito.
La miseria humana se reconoce por acciones tan fétidas asociadas al juego con la esperanza de los que “menos tienen”. El mismo grado de repulsión lo experimentas cuando optaste por recorrer el camino errado y mancillaste tus propios principios. El Perú no merece más de lo mismo. Ya no lo resiste.
Tal degeneración de valores, por supuesto, lo encarna el “gobierno” de Pedro Castillo. Su régimen, en complicidad con un alto porcentaje de instituciones públicas y privadas, ha secuestrado voluntades y vilipendiado el proyecto de vida de miles de peruanos. Tener a merced el sistema judicial y disponer de los cargos públicos para pagar favores a aliados políticos de turno, es síntoma irrebatible del enquiste comunista, corrupto y criminal.
Es un deber patrio corregir la historia. Sobran herramientas constitucionales. El escenario de impulso y origen: Las calles.