Por Juan Sotomayor
Conocidos los resultados del referéndum y con una abrumadora mayoría en favor de la posición defendida por el gobierno de Martín Vizcarra, podría asumirse a priori que estamos frente a un éxito rotundo para el oficialismo. Aproximadamente 70 puntos porcentuales de diferencia en cada pregunta no dejan lugar a duda, si de números hablamos.
Sin embargo, será recién en los próximos meses donde sabremos realmente si los resultados del referéndum de ayer constituyen un verdadero punto de quiebre y cambio de rumbo que ha planteado el Poder Ejecutivo.
Sin duda éste ha sido el proceso electoral que menos expectativa ha generado en la ciudadanía. Prácticamente sin información ni campañas a favor del sí o del no en cada pregunta, con un apático electorado que hasta ahora no tiene claras las implicancias de su voto, con hechos sintomáticos como que el propio presidente tuviera que acudir dos veces a su centro de votación supuestamente porque la mesa no se instaló a la hora programada.
El referéndum le sirvió al presidente Vizcarra para posicionarse en el ajedrez político, luego de un inicio de gestión con muchas dudas e incertidumbres, siendo un desconocido para las grandes mayorías al momento de asumir su mandato luego de la renuncia de Pedro Pablo Kuzcynski.
Sin bancada sólida que lo respalde en el Congreso y con una oposición dispuesta a no ceder un milímetro, Vizcarra pudo contrarrestar su difícil situación inicial capitalizando el descontento ciudadano contra la clase política en general, planteando en su mensaje de 28 de julio la no reelección de congresistas, jugada maestra que motivó a la tribuna, poniéndola de su lado. El referéndum ha sido desde entonces su principal impulso para conseguir la aceptación y respaldo que no tenía.
Como adelantando la respuesta a cualquier reclamo post referéndum, el Primer Mandatario ha tenido la prudencia de decir que esta consulta popular no solucionará los problemas del país, sino que es el primer paso para implementar las reformas que el país necesita. Luego de los resultados obtenidos, las exigencias al gobierno serán cada vez mayores y más puntuales. El tiempo servirá para aclararnos el panorama en el futuro si finalmente el referéndum fue un éxito o un fracaso, para el presidente y para todos nosotros.