VÍCTOR ALVARADO
Nos ha dejado, inconsolables, el querido poeta nacional Enrique Verástegui Peláez (1950- 2018), el último de los gigantes de la poesía peruana. Partió de este mundo apenas a los 68 años de edad, cuando se esperaba mucho de él y nada presagiaba que se marcharía súbitamente en la noche del pasado viernes 27, coincidentemente en la misma fecha en que también falleció el gran ensayista peruano, Marco Aurelio Denegri (80).
A diferencia de Denegri que se hallaba con la salud muy resquebrajada, Verástegui lucía sin problemas de salud, tanto de que horas antes, en la noche del jueves 26 presentó el libro del poeta Paolo de Lima en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica. En la mañana siguiente, sorpresivamente le sobrevino una inesperada crisis cardíaca que no logró superar.
Me encuentro entre los que seguía puntillosamente la vida y obra del poeta desde que ocasionalmente iniciamos amistad en el desaparecido diario “La Crónica” en 1975, cuando Verástegui y varios de los poetas que integraron “Hora Zero”, fueron reclutados por ese genio del periodismo que fue Guillermo Thorndike, para que se desempeñen como tituleros de las crónicas de los redactores.
Esa amistad nunca se interrumpió y desde entonces hemos sido testigos de la evolución ascendente de su producción poética, en la que como pocos o ninguno de la poesía peruana, transitó poéticamente por los predios de la filosofía, las matemáticas y la sociología, asumiendo frente a estas alternativas una visión totalizadora, de las que estuvo impregnada su obra.
HORA ZERO
Su primer libro “En los extramuros del mundo”, publicado a los 21 años de edad en 1971 sorprendió por su irreverencia, su enjundia romántica y un lenguaje como bien lo ha calificado el crítico José Tsang “tan punk, callejero y lírico, y consciente del uso del lenguaje”.
Sería solo el comienzo, luego nos seguiría sorprendiendo con entregas en las que matrimoniaba diestramente a la poesía con conocimientos de disciplinas, aparentemente distintas o lejanas de la poesía. Su experimentación ha ido de escalón en escalón en sus siguientes obras como “Monte de goce” y una docena de títulos que reseñamos en nota aparte.
Imposible dejar de mencionar su trajín poético como impulsor del grupo “Hora Zero”, junto con su hermano, así lo llamaba, Jorge Pimentel, uno de los más dolidos por su temprana desaparición, y con Juan Ramírez Ruiz, otro grande entre los poetas de la generación del 70, también tempranamente fallecido.
Pimentel ha recordado palabras de Verástegui , con motivo del apostolado que ambos asumieron al fundar Hora Zero, como misión histórica en este mundo. “Se nos ha entregado una catástrofe para poetizarla”, palabras que en el futuro se estamparán sobre un mármol de la entrada de una biblioteca o de un gran auditórium cultural.
GRANDES SINFONÍAS
Reivindicó una y otra vez, la validez del compromiso generaciones de Hora Zero: “Mi generación ‘mató’ a los ‘padres’, los poetas del 50 y 60. Cuando yo me inicié en Hora Zero, propuse escribir poesía al modo de las grandes sinfonías, Beethoven, Handel. Entonces todos empezaron a escribir poemas largos”, dijo en una celebrada entrevista en el diario decano de la prensa nacional.
El poeta transcurrió la mayor parte de su existencia en su vivienda de la calle O’Higgins de Cañete, residencia de sus padres, y hubiera seguido allí hasta la fecha de no haber mediado el terremoto del 15 de agosto del 2007, que la dejó inhabitable y sepultó su biblioteca.
De su casa tenía una fuerte nostalgia. En una entrevista concedida a El Comercio dijo de ella: “Esa casa era el útero al cual yo siempre volvía y ahora ya no tengo a dónde volver. Quizá si mi casa siguiera en Cañete, yo no me habría venido a vivir a Lima”.
Sus obras
Estos son los títulos de las principales obras de Enrique Verástegui: En los extramuros del mundo , Monte de Goce, Bodegón, Angelus Novus, Tratado sobre la yerbaluisa, El análisis de la poesía : Introducción a la cienciasofía, Teorema del anarquista ilustrado (2009), Ángel con laúd sideral (Antología- 2013), La máquina del crepúsculo (2012), Diario de viaje: Arequipa (2016), 1or314 d3 los c4amb 1 os, Teoría de los Cambios, El motor del deseo, Leonardo, Cañete, Poesía para señoritas, Teorías de los cambios y Partitura peruana, entre otros
MAITREYA
(De Teoría de los Cambios)
Me he sentado a esperar la vejez.
No pienso ni hago nada hasta que llegue otra
generación
a desempolvar el brío, los libros dorados, las
matemáticas,
el cuerpo, el alma, el universo,
todo ese conocimiento sepultado por el rencor,
la gnosis que demuestra que lo infinito
está en lo finito
donde está, realmente, el universo.
Florecí más que nadie
pero perfidia cayó sobre mí,
doblándome como una flor,
herrumbrándome, y fui silenciado.
Maitreya pasó desapercibido como una sombra por la
vida,
¿no dan ganas de llorar?