Subdirector de La Razón
Cuando la popularidad de un jefe de Estado sube repentinamente por un discurso popularecho, es síntoma de que su caída será estrepitosa y más aún si el contenido del anuncio es puro humo.
El presidente de la República, Martín Vizcarra, entregó ayer jueves los proyectos de ley sobre la reforma política que serían sometidos a referéndum. Tratando de ganar popularidad acudió al Congreso a pie, acompañado de su primer ministro César Villanueva.
Se trata de tres iniciativas: una sobre la prohibición de reelección de congresistas, otra sobre la bicameralidad y una última sobre el financiamiento de los partidos políticos. Estos proyectos de reforma constitucional requiere ser aprobada por 87 votos y en dos legislaturas, es decir no podrá ser sometida este año a referéndum: primera mentida de pata
Ahora, el actual Parlamento Nacional está integrado por un 80% de rostros nuevos, en especial de las regiones, y sólo un 20% de congresistas fueron reelegidos. Es decir la propuesta de eliminar la reelección congresal está fuera de toda realidad: segunda metida de pata.
Es verdad que la Constitución prohíbe la reelección del presidente de la República, presidentes regionales y alcaldes, todos elegidos por mandato popular. Lo que olvida decir el mandatario es que estas autoridades tienen cargos ejecutivos y manejan presupuesto. Los congresistas tienen otras funciones entre ellas legislar, representar y control político. Vale decir, que el Parlamento no es responsable de los desaciertos del gobierno nacional, regional o local: tercera metida de pata.
¿Qué se persigue entonces con este populismo barato?, la respuesta es obvia: buscar una confrontación con el Congreso, buscando su cierre, situación que es anhelada por sectores radicales y oportunistas que, en aras de la democracia, buscan dar un golpe de Estado.
Pero tampoco seamos ciegos, es verdad que tenemos una clase política desprestigiada, la cual está representada en el Congreso. Entonces la verdadera reforma debe empezar por los partidos políticos, entre ellos evitar la aparición de aventureros y candidatos de último momento, pero eso no le gusta a sectores interesados.
Si se quiere mejorar la representación parlamentaria, una de las propuestas viables podría ser la renovación por tercios o mitades, de modo que las mayorías y minorías obtenidas en una elección pueden variar, premiando o castigando la actuación de los partidos. Pero es mucho pedir a este gobierno, que empezó bien extendiendo la mano a las bancadas opositoras, pero que hoy comete los mismos errores de su antecesor. ¿Tendrán los mismos asesores?