Escapó a bordo de un neumático gracias a que las fuerzas de Castro “estaban demasiado ocupados matando a invasores”
ABC.ES / Un superviviente de la célebre invasión de bahía de Cochinos realizada 1l 17 de abril de 1961 de Cuba en una balsa neumática junto con otros cuatro guerrilleros y habían sido recogidos por un carguero. Tras conseguir establecer contacto por radio con dicho buque, ABC publicó en exclusiva este relato de Manuel Penabaz, un abogado cubano de 36 años que había luchado junto a Castro contra el régimen del presidente Fulgencio Batista, pero que a principios de 1961 se enroló en las fuerzas anticastristas.
Manuel Penabaz publicó sus aventuras desde Sierra Madre a la Bahía de Cochinos en «La trampa». Ante las elecciones estadounidenses de 2004 el mismo que acusó a John F. Kennedy de «traición» por haberles dejado tirados en playa Girón, opinaba que el embargo había sido «el mayor aliado del fidelismo» y que «los trogloditas del exilio» estaban «encantados con las últimas medidas de Bush»
«Soy uno de los pocos afortunados que han escapado de Cuba después de la desastrosa invasión de la pasada semana. Yo estaba allí hace tres días. Fueron los aviones «Mig», los tanques soviéticos y los morteros los que nos vencieron.
LOS INVASORES
La Bahía de Cochinos será en la historia de Cuba lo que fue Dunkerque en la de Gran Bretaña. Excepto que casi ninguno de nosotros consiguió escapar. Unos mil quinientos hombres tomaron parte en la invasión. Al parecer, solamente un puñado ha conseguido salir con vida. Había 350 hombres en nuestro grupo. Arribamos a la playa, desde un buque «Liberty» a las tres de la madrugada del 17 de abril. Cuatro compañeros y yo somos los únicos no capturados o muertos de aquellos trescientos cincuenta.
Nuestra fuerza invasora de mil quinientos hombres se encontraba a bordo de seis buques. Habíamos partido seis días antes. El primer territorio cubano que avistamos fue Cayo Guano. Una hora más tarde vimos las luces de Playa Larga, que era nuestro punto de destino.
El primer grupo llegó a tierra a las tres de la madrugada. La operación se desarrolló muy lentamente y todavía se estaban realizando desembarcos a las nueve de la mañana, seis horas más tarde. Este hecho dio a los hombres de Castro tiempo suficiente para reunir sus fuerzas y concentrar refuerzos.
Durante el desembarco fuimos ya duramente atacados. Pero conseguimos desembarcar. Hundieron dos de nuestros buques, precisamente los que transportaban las municiones para nuestros tanques y nuestras ametralladoras.
TRES DÍAS DE LUCHA
Mi grupo consiguió alcanzar la posición que previamente se nos había señalado, y la mantuvimos mientras nos duraban las municiones. Hicimos dos prisioneros, heridos, y los llevamos a nuestro hospital de campaña, donde eran atendidos nuestros propios heridos.
Permanecimos en nuestra posición durante tres días, sin comida y con muy escasa ración de agua. Después de los tres días de lucha estaba claro que nuestra invasión había fracasado. Nuestro jefe, San Román, dio la orden de evacuar la zona. «Sálvese quien pueda». Eran las palabras que nunca esperaba tener que oír. Nunca las olvidaré.
Después de llegar a la playa y alcanzar nuestra posición, maniobramos ampliamente y nos mantuvimos en nuestro sector, a pesar de que las fuerzas de Castro nos atacaban con todo el material de que disponían.
Nosotros teníamos también cinco espléndidos tanques, pero resultaban inútiles después de haber sido hundidos los buques en que venían las municiones. Estos mismos buques transportaban minas antitanques, que esperábamos haber utilizado contra los carros de combate castristas.
MAYOR PODER DE FUEGO
Todos nosotros llevábamos uniformes de camuflaje y estábamos armados con fusiles «M-1» o ametralladoras. Yo era «jefe de la sección legal» con un rango equivalente al de comandante. Realmente no se trataba de ninguna categoría militar oficial. Había veintiséis abogados en mi grupo y yo era su jefe.
Cuando nos dirigíamos a Cuba, alguno de nosotros no mostraba demasiada confianza en las embarcaciones similares a las utilizadas por la Armada norteamericana durante la segunda guerra mundial, que habían de llevarnos desde los buques a la playa. Pero, la verdad es que realizaron su misión perfectamente y que nuestro desembarco se realizó sin incidencias, hasta que las fuerzas de Castro comenzaron a atacarnos.
En principio, conseguimos repeler los ataques castristas, a pesar de nuestro inferior material. Conseguimos derribar dos de sus «B-26». Pero tenían numerosos aviones de este mismo tipo, reactores «Mig» soviéticos, cañones antiaéreos checos, ametralladoras de 50 milímetros… Castro dispone de una gran potencia de fuego. Si la invasión no hubiese servido para otra cosa, sirvió, al menos, para probar eso.
Cuando nos fue dada la orden de abandonar la posición y dispersarnos para salvar nuestras vidas, cinco de nosotros nos dirigimos hacia la costa, y sólo Dios sabe cómo encontramos una balsa neumática.
FUGA EN NEUMÁTICO
Después de tres días de lucha decidimos escapar. Por una especie de milagro encontramos una balsa neumática en la playa. Fuimos descubiertos y los hombres de Castro dispararon contra nosotros, pero no acertaron. Esto ocurría en las primeras horas del jueves 20. Remamos hasta alta mar y nos encontrábamos a unas cien millas al sur de Cuba, cuando el buque mercante «S.S. Louise» nos encontró el lunes último, exactamente una semana después de haberse realizado el desembarco.
Una balsa del tipo habitualmente utilizado en la Marina. Rápidamente la botamos al agua y en este momento fue cuando una patrulla de castristas nos descubrió y abrió fuego contra nosotros con ametralladoras del 50. No consiguieron acertarnos. Remamos frenéticamente y conseguimos alejarnos con gran rapidez de la playa. Poco después cesaban los disparos.
La maravillosa corriente del Golfo de México hizo el resto. Al parecer, los hombres de Castro estaban demasiado ocupados matando gente en Cuba para ocuparse de buscarnos con aviones. Fuimos recogidos a unas cien millas de Cuba por el carguero «S.S. Louise», cuando ya habíamos perdido las esperanzas de que ningún buque nos encontrase. No teníamos alimentos ni agua, pero tampoco estábamos lesionados ni heridos.
Hemos sido tratados espléndidamente por el capitán y la tripulación del «Louise» y nos dirigimos al puerto de Corpus Christi, en Tejas.
Hay un punto que me gustaría poner de relieve. Nunca estuvimos en territorio estadounidense antes de la invasión».