Por: Martín Belaunde Moreyra
Los desafiantes tuits del Presidente Trump causan cada vez más controversia en los Estados Unidos y el mundo. Su autor desea que cumplan ese rol perturbador porque ahí está la esencia de su mensaje. Crear no solo dudas y polémica, sino esencialmente desprecio hacia el pasado reciente para compararlo con la era dorada que el mandatario estadounidense sostiene que el país atraviesa bajo su gobierno. En ese sentido el senador John McCain, muerto la semana pasada luego de una larga lucha contra el cáncer cerebral, es su antítesis no solo dentro del partido republicano, sino ante la opinión pública norteamericana.
A lo largo de su dilatada carrera política, desde congresista y luego senador por Arizona, así como candidato perdedor del partido republicano en las elecciones presidenciales del 2008, John McCain proyectó una imagen de equilibrio y respeto hacia sus contrincantes. El fallecido senador no buscó el poder para destruir a sus adversarios, sino más bien para crear una política de consenso que le permita a los Estados Unidos enfrentar sus desafíos internos y externos. Ese fue quizás el mayor de sus méritos, sin perjuicio de haber sido prisionero de guerra en el conflicto de Vietnam durante alrededor de 5 años, período en el cual se le sometió a crueles torturas y privaciones. McCain fue un héroe auténtico versus a quien podría ser considerado como un anti héroe.
Pero John McCain fracasó mientras que Donald Trump triunfó. Esa fue la diferencia radical entre los dos, en un país donde la derrota es mirada despectivamente, frente al éxito que es visto con reverencia. Esa es la lección de la vida que uno y otro proyectan, al margen del gran homenaje rendido a McCain la semana pasada en la Catedral Nacional de Washington por partidarios y adversarios. Trump no estuvo presente si bien no se le puede reprochar su ausencia, porque no fue invitado. Por cierto, Trump aprovechó el día jugando en una de sus canchas de golf.
Entonces cabe preguntarnos, ¿cuál es la receta de Trump para alcanzar todo lo que se propuso en la vida? Criticarlo de burdo, matón, mentiroso, grosero, entre otros rasgos negativos, carece de sentido porque el mandatario estadounidense podrá ser todas esas cosas que le reprochan, pero es una persona de mucha inteligencia expresada deliberadamente en una forma brutal y despiadada. Es un hombre que se ufana de su propia dureza para luchar contra lo que él considera contrario a sus intereses personales. Enfiló sus baterías retóricas contra la “corrección política” y desbancó a quienes apostaban por ella.
Su conducta se enmarca dentro de los cánones de su libro “El arte de negociar”, al margen de que fuera redactado por un escribidor a sueldo. Total, qué importancia tiene eso frente al poder del dinero, del cual se ufana y quizás hasta exagera para intimidar a sus opositores. Nada es imposible en la lucha empresarial y política porque cada cosa y cada persona tienen un precio, incluyendo los medios de comunicación. Esa lógica hasta ahora parece haberle rendido grandes frutos. La interrogante es hasta cuándo podrá continuar así sin sufrir una derrota. Quizás ahora esté llegando a su límite y eso lo veremos en las elecciones de noviembre para renovar parcialmente el Congreso.