Un bicentenario sin quorum y sin héroes

por | Abr 10, 2021 | Sin categoría

En estos días el JNE organizó un debate de los candidatos presidenciales, pero la verdad, todos son mediocres. Ninguno tiene la talla de Víctor Raúl o FBT, sobre todo del primero, el compañero Haya. Épocas hay en que todo un pueblo se personifica en un individuo; España en Carlos V, Grecia en Alejandro, Roma en César. Pues bien, VRHT es la mejor expresión de nuestro caudillaje democrático en los siglos XIX, XX y XXI. Vamos a recapitular históricamente. Desde hace lustros, esa es mi posición. Preparé un artículo para La Tribuna (1962) titulado “El 10 de junio votaré por Haya de la Torre”, en que abjuraba de mi error de haberme sumado al APRA rebelde; y repetía como Riva-Agüero “quiero condenar a perpetuo olvido, incluso a costa de mi sangre, mis antiguos despropósitos”.

II

Hubiera querido yo, también, escribir como Pablo de Olavide, otro retractado del siglo XVIII, “El Evangelio en triunfo”. A pocas horas del artículo, Haya me telefoneó desde Huancayo y me dijo: “Bienvenido, Javier, las puertas del Partido están abiertas, el campo de trabajo es inmenso”. Me amnistió, en gesto patriarcal de tolerancia. Desde entonces, Haya me tuvo inmensa simpatía y se rompió la timidez de mi relación inicial con él. Lo visitaba en Villa Mercedes, nos vimos en Europa varias veces, me felicitó por polémicas en la televisión, singularmente, por una en el Canal 5, en que Mario Herrera y Grey me dijo: “Acaba de hacer usted un elogio típicamente aprista de Haya de la Torre”. Le repliqué: “es que usted me ha hecho una pregunta típica de El Comercio”.

III

Autocritica: sí. Desgraciadamente, fui primer ministro de Fujimori muy brevemente, unas cuantas semanas. El Parlamento me invistió el 7 de julio de 1998; pedí licencia del 8 al 27 de julio, en que marché a España (porque las discrepancias se hacían insalvables y descubrí que era utópico tratar de democratizar ese sistema). Renuncie irrevocablemente el 5 de agosto de 1998. Dije: “entre mis convicciones Hayistas y apristas y el puesto, escojo mis convicciones”. No acepté el premierato para servir o servirme de Fujimori o el fujimorismo; incluso, ante la prensa española (El País, julio de 1998) declaré que repudiaba el golpe del 5 de abril de 1992.

IV

Intenté vanamente restaurar la democracia por la vía intestina, lo que no lograron con el sable, Salinas Sedó, ni en las urnas Vargas Llosa o Pérez De Cuellar. No es vanidad, pero los puntos más resaltantes de mi desempeño fueron: a) exaltar al hayismo y el lema “pan con libertad”; b) pedir la derogatoria de las leyes totalitarias que estaban en entredicho con el Estado de Derecho; c) apoyar la no –reelección presidencial mediata ni inmediata; d) desmilitarizar las universidades; e) promover indultos y amnistías; abogué por Yehude Simon y Lori Berenson, de quien pedí su expulsión por non grata; f) insistí, sin éxito, en el nombramiento de una comisión ad-hoc de reforma constitucional para restaurar el orden jurídico democrático de la Carta de 1979, reforzamiento del hábeas corpus y de la justicia constitucional; g) desburocratizar la PCM; h) reconocer la libertad para los héroes del 13 de noviembre (Salinas Sedó y otros) que pretendieron restaurar la democracia en 1992, por cuyos derechos abogué.

V

Caudillo, también, fue nuestro héroe Miguel Grau. Recuerda Chirinos Soto, Grau además de marino fue político (diputado por Piura). Como tal sintió y padeció la inquietud y el dolor de la Patria. Como tal, tomó bandera, arriesgó posiciones, definió línea de conducta, ingresó inclusive en el campo de Agramante de nuestros conflictos partidarios. Es de advertir que ese aspecto de la personalidad de Grau interesa particular y explicablemente a quienes somos políticos. No fue Grau, como se ha pretendido, “defensor inconsciente del orden establecido”. El mayor de nuestros héroes, repito, fue político en los intermedios de su carrera militar, y hombre de partido. Sépanlo quienes denigran, en el Perú, la vocación, el menester y el sacrificio del hombre público democrático.

Los políticos de hoy no tienen biografía. Son mediocres. Ver los funestos debates televisivos previos a las elecciones. No pueden conducir a nadie. Y esto es gravísimo porque el que resulte electo Presidente (si hay elecciones verosímiles) no será un caudillo. No vayamos tan lejos con Haya. Fijémonos en Fernando Belaunde Terry, en la oratoria antológica de García Pérez, etc. y veremos que estamos acéfalos. Mal destino. En agosto veremos como las masas se agitan emplazando al gobierno mediocre instalado el 28 de julio… o al que exista en Palacio. Un bicentenario sin quorum, sin héroes y sin caudillos.

(*) Jurista, exconstituyente y exsenador de la República.

(*) La Dirección no se hace responsable por los artículos firmados.


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