Un enajenado e iletrado nos gobierna

por | Ago 9, 2021 | Opinión

Por: Javier Valle- Riestra

Es absurdo, pero, efectivamente, un individuo de baja estofa gobierna el Perú. Pasemos lista a los gobernantes del siglo XIX y del siglo XX y ninguno tiene ese desnivel. Se puede polemizar con ellos porque fueron autoritarios o iletrados, pero no analfabetos. Allí tenemos en el siglo XIX al triunvirato de 1822, a los dos gobiernos de Castilla, a Manuel Pardo, a José Pardo, a Piérola, y ninguno de ellos fue analfabeto ni ególatra. Esto último se puede decir del actual desgobernante. Esperemos que en unas cuantas semanas renuncie al Poder o se le renuncie para sustituirlo por un gobierno cuerdo y democrático. El nombramiento de su primer ministro, Guido Bellido, es lamentable porque no tiene pasado ni futuro. Ni que decir de sus ministros.

II

En su mensaje de 28 de Julio, el desgobernante dijo que presentará un proyecto de ley, dentro del procedimiento de reforma del artículo 206 de la actual Charta de 1993, con el propósito de convocar a una Asamblea Constituyente para elaborar un proyecto de Constitución y luego a referéndum. Es decir, seguirá el proceso previo de aprobación por el Congreso y que requiere mayoría calificada, más de 87 votos, en dos legislaturas ordinarias sucesivas. Con la actual composición parlamentaria resulta un camino incierto de inestabilidad política, social y reacción económica adversa.

III

Mi prédica, por más de veinte años, ha sido que deberíamos restaurar la Constitución de 1979. Incluso, había propuesto crear una Comisión Constituyente para reformar la Carta de 1993. Pero siempre sostuve que la potestad de reforma de la constitución pertenece al parlamento en virtud de su poder constituyente derivado, en dos legislaturas ordinarias con mayoría calificada, repito.

A lo largo de nuestra vida republicana hemos tenido textos disimiles como las constituciones de 1823, que fue la constitución inicial de la República, la efímera pero vitalicia de Bolívar, la de 1828 que pretendió introducir el federalismo, de la que decía Luna Pizarro para introducir el federalismo en el Perú, “primero tenemos que desorganizar al Perú”, la de 1834, la de 1839 que elogió la gerontocracia, la de 1856 que fue liberal, la de 1860 que reformó la anterior fuera de los cánones constitucionales, la de 1867 la que creó un congreso unicameral como el actual, la de 1920 de Leguía, la de 1933 y la de 1979, como anteriores a ésta. La de 1979 fue expresión ultrademocrática, como reacción contra la dictadura velasquista y la de 1993, expresión de las circunstancias de búsqueda de confianza económica y de lucha contra el terrorismo.

IV

Sugerí varias reformas, restaurar el bicameralismo asimétrico eliminando la tradición de cámaras mellizas, el sistema electoral, la elección de miembros del Tribunal Constitucional, etc. Estaría a cargo de una comisión de constitucionalistas y politólogos para que estudiase un nuevo texto en tales materias. Las constituciones deben ser estables, pero pueden ser rectificadas.

La Constitución norteamericana de 1787 tiene siete artículos, pero doce enmiendas, además de las interpretaciones sistemáticas de la Corte Suprema, una asamblea Constituyente en sesión permanente. Francia reformó vía la Comisión Debré y un referéndum su efímera Carta de 1946. La Constitución mexicana de Querétaro (1917) se debatió en dos meses, diciembre de 1916 y enero de 1917.

Una Constituyente es un poder omnímodo, insubordinable, puede devorar a su convocante, su fuerza jurídica fundacional vuelve a la Nación a su estado primigenio. No podrá tener más limitación que su sentido de la autolimitación. Podría cambiar al jefe de Estado, dispersar al Parlamento, reestructurar y purgar al Poder Judicial, al Ministerio Público, refaccionar al Tribunal Constitucional, etc. Ese poder no depende de la voluntad ni de la prudencia de los hombres. Ni de los pseudoestadistas de la casta política.

Por eso, son actuales las palabras de Piérola: “Marchamos hacia el abismo con ceguera inconcebible”. A lo que agregaremos otra frase del mismo Don Nicolás que explica la razón de ese despeñadero: “La causa de los males públicos está encerrada en esta fórmula terrible: Instituciones, hombres y cosas, todo ha sido falsificado. No son verdad aquí.”

(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado y exsenador de la República.


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