La historia del Dr. Olguín Grandez Culqui, jefe del Servicio de Cuidados Intensivos (UCI), a propósito del Día de la Medicina
Esta es la historia del Dr. Olguín Grandez Culqui, jefe del Servicio de Cuidados Intensivos del HLEV, quien venció a la muerte tras luchar 45 días en UCI con COVID-19 y su experiencia en esta área le sirvió para valorar aún más el trabajo del personal asistencial. Un ejemplo de vocación en el Día de la Medicina.
El miedo de perder a su madre que aquejaba un grave problema cardíaco, que la mantuvo internada varios meses en un hospital, sin poder verla y sin que nadie le diera información constante sobre su estado de salud porque era menor de edad, fue determinante para el Dr. Olguín Grandez, jefe del Servicio de Cuidados Intensivos del Hospital de Lima Este-Vitarte, para abrazar la profesión de la Medicina. Él prácticamente ya había saboreado el triunfo de su ingreso a la Universidad Nacional de Ingeniería cuando aún cursaba el cuarto año de secundaria y cambió radicalmente de ingeniería mecatrónica a la profesión de servicio.
Hay muchos que nacieron destinados para ser médicos, pero también hay otros que sienten el llamado o lo descubren por las circunstancias de la vida, como es el caso del referido galeno.
El Dr. Olguín Grandez, quien es natural de Iquitos, pero creció en la ciudad de Tarapoto, es hijo único. Su padre es ingeniero y su madre se desempeñó como secretaria. Desde que tiene uso de razón le gusta y domina las matemáticas, al derecho y al al revés. “En el año 1997, mi colegio Ofelia Velásquez compitió contra la Gran Unidad Escolar Guadalupe en el concurso “Los que más saben”, en Lima, ¡y ganamos! Fui campeón nacional de matemáticas. Representamos a Perú en la Olimpiada Latinoamericana de Matemáticas, que se realizó en Buenos Aires, y ocupamos el segundo puesto”, recuerda muy feliz y orgulloso.
Desde muy pequeño siempre quiso ser ingeniero mecatrónico, por lo que se preparó en todas las academias de Tarapoto y siempre era el primero hasta que se presentó a la UNI e ingresó a la Facultad de Ingeniería Civil y reservó su vacante. Igual iba a presentarse en los próximos exámenes porque aún estaba en el colegio.
Todo marchaba bien en su vida hasta que su madre cayó enferma. En ese entonces estaba en quinto de secundaria. A su progenitora le diagnosticaron bradiarritmia severa. Estuvo intubada en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). La operaron de emergencia y presentó complicaciones. Tenía que ser referida al Hospital Edgardo Rebagliati, pero demoró 45 días.
Él estaba cerca de su mamita y, al mismo tiempo, distante. No lo dejaban ingresar porque era menor de edad. Se desesperaba por querer tener noticias de ella. “Veía pasar a los médicos y enfermeras todo el día y yo sin saber nada. Era desesperante. Solo sabía que mi madre estaba grave hasta que, finalmente, salió la referencia. Ya en Lima, conseguir una válvula era una odisea. Si mi madre está vida es porque Dios es grande. Esa experiencia me marcó y dije: ‘Voy a ser médico’”, contó.
El Dr. Grandez estudió en la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP). La primera especialidad que hizo fue de cardiología para atender a su madre y, la segunda, es terapia intensiva, sin imaginar que años después iba a ser paciente en este servicio.
El jefe del Servicio de Cuidados Intensivos considera que ser médico es sinónimo de sacrificio y que la sociedad ignora y ha perdido la sensibilidad hacia ellos. “La sociedad ha perdido un poco la sensibilidad hacia el médico porque siempre se escucha decir el médico se lleva la gran vida. La verdad, no es así. En el Perú, ser médico nos cuesta bastante, nos cuesta sacrifico, tiempo, familia, dinero y muchas cosas que dejamos para desempeñar nuestra función. Es la única profesión que se estudia muchos años entre el pregrado y la especialización, prácticamente 10 a 14 años”, precisó.
El médico, añade, debe tener tres características: empático, que es fundamental; veraz y sincero, inclusive cuando tiene que dar un diagnóstico; y humanización.
El Dr. Grandez confiesa que a él y todos sus colegas les resulta gratificante cuando recuperan a los pacientes casi de la muerte y, cuando los pierden, se preguntan en qué fallamos. “En este servicio estamos en contacto con la muerte. Vemos cuando un paciente está muriendo y sacarlo de ahí, recuperarlo, es una satisfacción no solo para el médico sino para todo el equipo multidisciplinario: es la mayor remuneración que podemos tener”, sostiene.
Durante la pandemia, el Dr. Olguín Grandez luchó contra la muerte. Estuvo internado 45 días en UCI, 22 de ellos intubado. Él cayó primero y luego su padre y su abuelo. Su paso por este servicio le ha permitido valorar aún más la labor que brinda el personal asistencial. “Están pendiente de uno segundo tras segundo, monitoreando y aspirando las secreciones”, añade.
El especialista instó a la ciudadanía a percibir el trabajo de fondo que hacen los médicos. “Los que trabamos en UCI estamos sensibilizados. Estamos entre la vida y la muerte a diario”, puntualizó este padre de tres niñas.