Presentan “memorias, paisajes y utopías en transformación” en Centro Cultural Peruano Japonés
La Asociación Peruano Japonesa (APJ) inauguró la sexta edición del Salón de Arte Joven Nikkei, que irá hasta el 30 de noviembre en dos espacios del Centro Cultural Peruano Japonés: la Galería de Arte Ryoichi Jinnai y el Hall de Exposiciones. El ingreso es libre.
En esta muestra colectiva participan 11 artistas: Akemi Yagui Kaqui, Akira Wong Sato, Carlos Ladines Ijiri, Marco Villanueva Imafuku, Masaki Gaja Higa (Mazeik), Masaru Handa Salas, Narumi Ogusuku Higa, Paola Matayoshi Agustí, Sofia Nakasone Arakaki, Valeria Kohatsu Salguero y Wendy Terukina Nakatahara, quienes a través diversos medios, soportes y lenguajes, reflexionan sobre su identidad, los procesos de cambio y sus experiencias.
Provenientes de estudios y experiencias que van desde el diseño industrial, la ingeniería forestal, las artes plásticas, el diseño gráfico, la escultura y la comunicación audiovisual, los expositores han transitado más allá de su formación académica para decantarse por una sensibilidad que les ha permitido explorar en soportes como como fotografías, instalaciones, piezas escultóricas, videos documentales, ilustraciones, etc.
Akemi Yagui, diseñadora industrial, presenta una instalación (“Vestimenta”), con una interpretación del kimono japonés a través de la técnica del plegado; en tanto que el artista plástico Carlos Ladines recrea escenas del distrito de Los Olivos en nueve pinturas (“Entre lo extraño y lo cotidiano”), que tienen elementos japoneses.
Akira Wong y Paola Matayoshi, ambos ingenieros forestales, encontraron en la fotografía analógica y digital una herramienta para indagar en su identidad nikkei. Akira presenta una serie de retratos, y Paola apela a la clorotipia y la impresión en papel fotográfico para dar cuenta del paso del tiempo.
“¡Bajen, ya hay gohan!” es la fotografía de gran formato que Marco Villanueva exhibe, y que muestra un retrato de su madre en la cocina, preparando la comida familiar. El diseñador gráfico Masaki Gaja muestra en sus obras engranajes que remiten tanto a imaginarios como a recuerdos; y Masaru Handa, escultor cusqueño, propone en “Simbiosis milenaria” al tatuaje como forma de remarcar la identidad de un grupo social.