Por Francisco Diez-Canseco Távara
La victoria obtenida por el presidente Vizcarra en el referéndum efectuado ayer tiene, por delante, dos tramos que pueden convertirla en un boomerang, golpeándolo políticamente en el corto y largo plazo.
Por un lado, se encuentran las expectativas generadas en un enorme sector de la ciudadanía y que, en la práctica no tienen sustento alguno, salvo la desinformación y la demagogia que han caracterizado a esta consulta popular.
Esas expectativas no van a poder concretarse en el corto plazo por motivos muy concretos: dos de las tres reformas constitucionales aprobadas surtirán sus efectos recién en la campaña electoral del 2021 – financiación de partidos políticos – y luego de esos comicios – no reelección de congresistas – y, la tercera, que sustituye al Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) por la Junta Nacional de Justicia (JNJ) no garantiza la probidad y transparencia en la designación y ratificación de jueces y fiscales por la composición de la Comisión Especial que designará a sus integrantes.
Más allá de esos temas puntuales, la visión de muchos ciudadanos es que las reformas servirán para encaminar al Perú por una ruta de gobernabilidad, de efectiva lucha contra la corrupción y de desarrollo económico y social, nada de lo cual es cierto.
Todo lo que puede generar un acelerado desgaste de este régimen que carece de respaldo partidario y de bancada en el Congreso y ha demostrado, hasta el momento, capacidad para manejar propuestas populistas como las del referéndum, pero no para gobernar, menos con bancadas parlamentarias expertas en el difícil arte de hacerle la vida imposible y cuyos miembros deben tener sangre en el ojo ahora que no pueden ser reelegidos.
Vizcarra debe dedicarse a los temas centrales de la problemática nacional y terminar con el populismo por el bien del Perú.