Presentó al país como una superpotencia enfrentada a múltiples enemigos. Vladimir Putin alimenta con su retórica el nacionalismo moderno.
La insistente retórica de Vladímir Putin sobre su supuesto objetivo de “desnazificar” Ucrania y defender a la población prorrusa con la invasión de la nación potencia una narrativa que va muchísimo más allí del intento de justificar una guerra ilegal.
El mandatario ruso pretende, a la vez, alimentar su versión del nacionalismo ruso nuevo de corte étnico presentando a Rusia como un territorio rodeado de enemigos que solo puede salir victorioso si hace valer el sitio que ocupa en el planeta como superpotencia. Y la referencia al nazismo tiene todos los recursos necesarios para azuzar el anhelo neoimperialista de Putin.
En su discurso del 24 de febrero, justo antecedente de la invasión a Ucrania, el líder hizo este llamamiento a los habitantes: “¡Queridos camaradas! Sus papás, abuelos, bisabuelos no lucharon contra los nazis ni defendieron nuestra patria común para que los neonazis presentes tomaran el poder en Ucrania”. La oración condensa en menos de 30 palabras la perspectiva de lo cual el historiador José María Faraldo, creador del nacionalismo ruso nuevo (Báltica Editorial, 2020), estima recursos claves del neoimpeiralismo de Putin: el victimismo, la exaltación de Rusia como una superpotencia y el nacionalismo de corte etnicista.
Antes que nada, con el llamamiento a combatir a los neonazis, Putin apela al enorme padecimiento de la Unión Soviética ante la Alemania nazi, que causó el deceso de entre 22 y 29 de millones de individuos. Simultáneamente, exalta la Enorme Guerra Patriótica —nombre con el que en Rusia se sabe a la II Guerra Mundial— que consiguió frenar el progreso de Adolf Hitler, mito importante de la Unión Soviética, y que le ayuda a exponer a Rusia como una superpotencia mundial.
Y, al final, alude a los lazos parientes —padres, abuelos y bisabuelos— online con su perspectiva nacionalista etnicista, que solo estima a los auténticos rusos —no a todos los habitantes de las viejas repúblicas soviéticas— vivan o no en el territorio.
“Es un discurso bastante potente, bastante enraizado en la población, y Putin ha conseguido relacionar el neoimperialismo de la enorme potencia que quiere con la iniciativa de que se basa en un sacrificio gran del poblado ruso, como si no hubiera habido ningún otro poblado soviético que hubiera luchado contra los nazis, como los ucranios, los bielorrusos o los kazajos”, sostiene Faraldo.