El centro histórico de Lima fue declarado por la UNESCO, Patrimonio Cultura de la Humanidad en el año 1991, para determinar que sea así se aplicaron criterios de Excepcionalidad, Integridad y Autenticidad, sustentado en la expresión de un proceso regional cultural que preserva lo arquitectónico adaptado a los requerimientos de la “sociedad”, conservando las características originales.
A lo largo de los años esta misma arquitectura ha dejado de tener esos criterios con los que fue declarada Patrimonio Cultural, invisibilizando a las personas que habitan en sus casonas.
En el año 2019 la municipalidad de Lima aprobó el plan de recuperación del centro histórico enfocando todos los recursos al fachadismo para seguir siendo hipócritamente “Patrimonio Cultural” negando la existencia de las familias que por años habitan el centro de Lima.
Las casonas, los callejones, las quintas, albergan históricamente a miles de familias Limeñas en situaciones precarias, los techos y paredes a punto de colapsar son parte del paisaje de esa lima oculta y negada.
El congreso de la República dio la ley 29415, Ley de Saneamiento Físico Legal de Predios Tugurizados con fines de Renovación Urbana que cuenta incluso con reglamento, involucra a los municipios locales y provinciales, así como ministerio, convoca también el concurso de la inversión privada y por supuesto a los dueños y posesionarios de estos predios a fin de acceder a la tan ansiada renovación urbana, en este caso, en particular del centro histórico. Ley que viene siendo incumplida o desconocida por la municipalidad de Lima, o tal vez a propósito no reconocida para tapar la incapacidad de aplicación y de mando como municipio provincial, además se atreve a incumplir su propia ordenanza 1590, para la aplicación de la norma general.
La famosa quinta Heeren, una de las primeras urbanizaciones limeñas, llamada así por el nombre de su dueño y por albergar a cinco embajadas en ese entonces: Bélgica, Japón, Alemania, Estados Unidos y Francia, se resiste a desaparecer convirtiéndose en un símbolo de la resistencia urbanística de los Barrios Altos; desafiando así a los que se hacen llamar defensores del centro histórico que no hacen más que pintar fachadas, apuntalar balcones o cercando edificios inservibles como el Buque del jirón Junín que irónicamente esta cerca al congreso de la República. El rescate del centro histórico y en especial el de Barrios Altos es imprescindible, Lima debe ser la ciudad que respete los derechos al desarrollo urbanístico, a una vivienda digna y segura, que respete la propiedad y respete los derechos adquiridos como principio.
Ante la desidia, urge una demanda de acción de incumplimiento de la norma, contra los que resulten responsables, como un acto de justicia. Desde este pequeño e importante espacio convoco al rescate real del centro histórico respetando el derecho a la vivienda digna y segura, que pueda ser reconocido legítimamente como “Patrimonio Cultural de la Humanidad”.
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