En los años ochenta, tiempos pre -perestroika, aún la Unión Soviética era el punto de referencia para las izquierdas occidentales y era desde donde se movían los hilos de una forma totalitaria de imperialismo ideológico y político.
Es en ese contexto que aparece el libro Cómo terminan las democracias de Jean-François Revel, que tuvo un notable éxito. Para Revel un rasgo primordial en la democracia occidental de entonces era la incomprensión del totalitarismo. Especialmente del totalitarismo comunista. Para él la democracia ofrece al totalitarismo los derechos que le permiten trabajar legalmente en destruirla. Esa sería su principal debilidad.
Según Revel, el combate ideológico por la libertad se daba en absoluta desigualdad de condiciones. En el mundo libre (esto sigue estando vigente) los comunistas tienen representación parlamentaria, forman parte de los gobiernos locales, tienen medios de comunicación y partidos políticos legales.
En contraparte siguiendo el hilo del interesante análisis de Revel en el mundo comunista (él hablaba entonces de la URSS) ningún ciudadano puede crear un partido liberal o capitalista, ni ese partido participar en las elecciones, ni mucho menos mantener contacto o financiamiento de los países democráticos.
Sin duda Revel fue un visionario y ahora pagamos las consecuencias de aquellas debilidades que él vio tan claramente hace cuatro décadas.
Está claro que tras la caída del muro de Berlín el comunismo cambió su eje y mientras muchos desubicados pensaban que este se extinguía en la práctica solo cambiaba de piel y entrabamos a una nueva etapa en que surgía el neo marxismo y la lucha se desplazaba al terreno cultural.
Nuevamente el mundo democrático será con sus debilidades el caldo de cultivo desde el que surgirán los enemigos de la libertad y la democracia. No era cierto lo afirmado por Fukuyama acerca del fin de la historia.
Una vez planteado el nuevo esquema de la batalla política desde el ámbito cultural los totalitarios que navegan libremente en la democracia buscaran controlar el pensamiento, el lenguaje y el comportamiento de los ciudadanos a partir de imponer fácilmente el recurso de la corrección política.
Uno de los elementos más notables de este giro hacia un totalitarismo de pensamiento único es el lenguaje. El modo en el que los bienpensantes cambian el sentido de las palabras para que a su vez estas cambien el sentido de los pensamientos. Se va creando así generaciones de débiles mentales llenos de tabúes y temores de expresarse libremente. El control del lenguaje y el pensamiento ya anunciado por el hoy tan mentado Orwell está a la base del nuevo totalitarismo. El cambio en el comportamiento es un derivado de este mismo esquema perverso. El plan está muy claro, llenos de prejuicios aparentan defender a las minorías, pero el verdadero fin es destruir a las mayorías, sus identidades y tradiciones. Someterlas primero mental y luego económica y socialmente.
Lamentablemente el mundo occidental ha vuelto a caer en la trampa y vemos como ante nuestros ojos se desmorona todo. Una vez más como parásito la revolución se ha alimentado de los beneficios que le ha otorgado un sistema abierto, débil y que abandonó lo primordial+. Que dejó de lado su esencia.