Por: ARTURO B. BERDEJO VERA / ¡Qué carepalo!

por | Jun 15, 2022 | Opinión

El grado máximo del cinismo es el carepalo. La mayor de las veces se aplica a los sinvergüenzas que insisten en la mentira mintiendo como cocineras. Tienen tal sangre de serpiente que no se inmutan a la hora de recurrir a la negación de lo evidente entonces se gradúan de carepalo.

Acaso no es un carepalo uno que habiendo recibido—aun cuando fraudulentamente– el encargo de conducir con honor los destinos de una nación se dedique a apropiarse de los dineros del pueblo y luego hacerse la víctima afirmando que él no ha venido a robar. Lo evidente le azota el cacharro.

Acaso no es un carepalo uno que viendo a millones de ciudadanos marchar pacíficamente pidiéndole que se aparte del gobierno por ser un corrupto e incapaz. Que le piden que saque las rapaces manos de los dineros del pueblo al que dice, sin ningún atisbo de vergüenza, defender.

La gente que trajo para que lo ayuden al asalto de la caja fiscal son también legítimos carepalo. Esos, en su mayoría tienen denuncias de ser actores facinerosos, gamberros.

El carepalo no tiene la decencia de renunciar ni escuchar el clamor popular. Justifica su actitud esgrimiendo una estúpida motivación para sus ilícitos. Dicen: otros lo hicieron; otros hace doscientos años hicieron lo mismo. Conclusión de corrupta lógica: ahora me toca a mí— solo que le faltó decir “a nosotros” porque él y sus delincuentes hacen lo mismo.

De los que hacen mención tuvieron el coraje de renunciar. Ahí tienen para ejemplo al señor Merino que ni bien le hicieron una criminal marcha a solo días de haber asumido legítimamente el mandato para la Presidencia de la República renunció evitando así que se incendiara la pradera y no hubiera víctimas que lamentar. Pero los cínicos caviares y comunistas lograron que hubiera los muertos que necesitaban para lograr sus turbos fines.

El carepalo palaciego alimentado por la afiebrada mente del chiflado no me atarantes, ignora el clamor popular. Se dice, en el vulgo: por menos, otros renunciaron.

Los gamberros de Pedro los plagiarios impusieron casi como una consigna la fraseología: A los cuestionamientos dicen: “No sé”; “No conozco al ciudadano que Ud. menciona—en el caso del hablar de Pedro el plagiario dice refiriéndose a un varón: “no la conozco” y más frases de ese cinismo como: No sé de lo que me habla.

Con esa cháchara se anotan ladina, los bermejos, los bellidos, cerrones, el chiflado no me atarantes y qué decir de los sobones que lucen sunchos. Estos últimos lejos de dedicar un mínimo de tiempo a cumplir con la cartera que les encomendaron lo dedican para apantallar a Pedro. En este caso es un chiste que uno que dijeran que era un ilustre abogado afirme que lo que dice el plagiario es solo “su estilo” —Solo con el afán de adularlo.

Algo que llama poderosamente la atención cómo es que determinada prensa escrita y televisiva ignora las salidas nocturnas (para encontrarse con damiselas en pijamas). ¿Respetando la vida privada?  Entonces de qué gobierno hablamos si es que no consideramos que estamos inmersos en acciones de burdel cuando sin mucho recato el presidente, insisto: nada más que uno que representa a la nación “se escape para encuentros nada santos”.

Los “imperialistas que tanto odian, solo en su tramoya verbal—son mucho y lejos más decentes que los cerrones y pedros los plagiarios. Recuérdese allí en los Estados Unidos de América la mentira es causal de desembarco. Pero aquí pues, insisto, habitan los carepalo.

Quieren ¿más ejemplos?  Acaso no son tan carepalo los Maduros, los Ortegas, el impresentable Evo; la familia del pícaro Fidel que ha dejado a hermano y recua de maleantes en una situación de riqueza. No son carepalo también la chiflada tanguera de las tabas de cinco mil dólares—lujo que aquí imita la mujer del calzonudo Ollanta.

Es posible que millones de peruanos no hayan salido del país—con seguridad- por carecer de dinero para hacer turismo, entonces les alcanzo –ya lo dije antes—visitar a Cuba solo cuesta lo que vale un DVD. En el de “Compay Segundo” se ve muy claramente la paupérrima vida que tienen los ciudadanos cubanos que están lejos de la gavilla gobiernista.  –Lo mismo pasa con los hermanos nicaragüenses desde que llegó el angurriento Ortega al frente de ese gobierno.

Para terminar y sin ningún afán de figuración: Gracias a mi condición de tripulante de embarcaciones estuve en La Guayra, Venezuela. En Corinto, Nicaragua. De modo que les escribo con conocimiento de causa.

(*) Miembro (r) de la Marina de Guerra y analista político.


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