En estos tiempos de crisis no se escucha la voz de los partidos porque, lamentablemente, no hay líderes. Hace unos días, el 02 de agosto se cumplieron cuarenta y tres años de ese viaje a la inmortalidad de Víctor Raúl Haya de la Torre, un verdadero líder. Para recordarlo y enseñar a las nuevas generaciones, reescribo lo que expresé en aquella ocasión y cómo la condecoración impuesta a Víctor Raúl en su lecho de moribundo entrañó, más que una ironía, una lección. Los vencidos, los perseguidores, le otorgaron la Orden del Sol al vencedor yacente; al gran Mariscal Civil que los derrotó mil veces con la palabra y con la pluma.
II
Murió Haya de la Torre. Sí. Increíble. Y aunque los pueblos que despierten soñarán junto a él, ha fallecido la fuente misma de la vida política del Perú. Sin exageración facciosa podemos decir que fue el peruano más ilustre del siglo XX, sea de la Patria mítica, sea de la Patria histórica. La vida del Perú se tejerá hasta que nos extingamos o desparezca la escritura en torno a Víctor Raúl, hijo de Raúl y Zoila Victoria, nacido el veintidós de febrero del año mil ochocientos noventa y cinco en casa de hijosdalgos de solar conocido. Caso extraño el suyo; el de alguien que deja un melgar profundo tras su tempestuoso paso por la tierra sin haber llegado al Poder. Todos los hombres de la estructura caudillesca e intelectual del, para mi, siempre, Jefe, llegaron al Gobierno. Allí están en el olimpo Lenin, Mao, Bonaparte, Bolívar, Perón, Mussolini. Quizás, él, esotérico, visionario, premonitor, lo vaticinó en su antológico discurso del 8 de diciembre de 1931:
Quienes han creído que la única misión del aprismo era llegar a Palacio, están equivocados. A Palacio llega cualquiera porque el camino de Palacio se compra con oro, o se conquista con fusiles. Pero la misión del aprismo era llegar a la conciencia del pueblo antes que llegar a Palacio. Y a la conciencia del pueblo no se llega con oro ni con fusiles.
Y así fue. Víctor Raúl no llegó a Palacio ni al Poder, salvo el espejismo de supralegalidad insular que fue la Constituyente de 1978-1979. Todos esos años están jalonados por Sánchez Cerro, el de la zoocracia y el canibalismo, según More; por Benavides, inclemente en el acosamiento de Haya, que lo enfrentaba y afrentaba desde las catacumbas de Incahuasi sin más armas que un mimeógrafo, panfletos y simbólicas molotov; por Prado, frívolo, bancócrata, último virrey; por José Luis Bustamante y Rivero, comodatario del poder que olvidó, pese a su sagacidad jurídica, quién era el dómine; por Odría, taciturno tiranuelo manipulado por una oligarquía arcaizante, y vesánica; por Fernando Belaúnde, que empece su pureza personal, resultó electo en 1963 por coacción y no por acción en franca inteligencia con el militarismo; por Velasco, la figura más negra del aquelarre castrense, repetidor incruento del sacrificio del Perú.
III
Esa muerte personal, es la muerte que Haya nunca consideró fin, sino episodio. Nos relataba haber sabido en sueños desde su calabozo penitenciario los nombres de los compañeros fusilados en Trujillo. La muerte, la vida eterna, la magia, lo cósmico es lo que viene. Al hablarnos en “Ex combatientes y Desocupados” de la tumba pétrea de Karl Marx y el cadáver embalsamado de Lenin, nos dice “que la política moderna muestra que la fuerza de lo mágico debe renovarse” y que allí “está la ciencia de la moderna momificación para vencer a la muerte, detener la disolución y presentarnos al gran hombre eternamente fresco, permanentemente visible, siempre presente”. Y desde su discurso de Trujillo nos dice:
Porque, compañeros, esa es la gran lección que yo les debo a los muertos, a los mártires. Porque ellos me dicen desde sus tumbas: “Nosotros somos tus maestros. Anda más allá. Lleva tu partido hasta donde nosotros quisimos conducirlo. Haz de tu partido una religión. Haz de tu partido una huella eterna a través de la historia”.
Pregunto: ¿Dónde están los partidos? ¿Dónde están los líderes? ¡Viva Haya, líder eterno!
(*) Jurista, exdiputado, exsenador, exconstituyente y excongresista de la República.