La recuperación de San Marcos marca un hito en la situación de grave crisis que vive el país. Finalmente, el gobierno a través de esta incursión da muestras de no haber bajado la guardia y enfrenta con energía a los subversivos.
Debe quedar muy claro que el ingreso de la policía a la universidad de San Marcos está plenamente justificado y contrariamente a lo que dicen los tontos útiles de la subversión, no afecta a la autonomía universitaria, sino que al contrario la fortalece y protege.
El pronunciamiento de la propia universidad lo demuestra. Los invasores no habían cumplido con el acuerdo de abandonar el campus en el plazo razonablemente acordado, su presencia impedía el normal funcionamiento de la universidad y por otro lado habían agredido al personal y robado diversos equipos de seguridad. Es decir, cuando la policía ingresa a San Marcos no solo desaloja a invasores y secuestradores, sino que captura en flagrancia a delincuentes y lo hace al amparo del estado de emergencia.
Una de las mayores incoherencias que veíamos hasta la recuperación de San Marcos era que, cómo podíamos estar en una situación de violencia y destrucción tal, si se ha dictado estado de emergencia.
Cómo es que, si están suspendidos los derechos relativos a la libertad y la seguridad personales, la inviolabilidad del domicilio, y la libertad de reunión y de tránsito. Puedan desplazarse libremente cientos de desadaptados a poner en jaque a la ciudad capital y al gobierno mismo.
Escuchamos a políticos, ministros y periodistas decir que el bloqueo de carreteras es un delito. Un delito que tiene pena de cárcel. Cabe también preguntarse si hay algún preso por ese delito y si es un delito tipificado, cómo pueden flagrantemente tener más de 100 bloqueos activos.
En el caso de la invasión y secuestro de San Marcos se han acumulado también diversos delitos y reconforta que finalmente se haya roto la inercia y se haya actuado con la energía necesaria.
El mensaje bobalicón de buscar el diálogo con los que solo entienden el diálogo de las pedradas, las balas y los petardos está fuera de lugar. Ese camino es el que plantea la caviarada, siempre infame, que está jugando sus cartas para poner en la presidencia a uno de los suyos.
Las fuerzas democráticas deben cerrar filas y respaldar a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional en este momento en que está en juego la democracia y la misma permanencia del estado de derecho en el Perú.
Asistimos a una guerra contra grupos subversivos y terroristas, pero tras ellos están las más diversas organizaciones criminales. Desde el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, hasta sus aliados en todo el continente como son los carteles del narcotráfico.
No caigamos en los cantos de sirena de la caviarada, ni en el chantaje de los traficantes de los derechos humanos, ni en los falsos llamados de una prensa traidora que pretende vendernos una supuesta corrección política.