The Economist presenta un extenso e interesante post acerca de la alimentación humana. Señala, por ejemplo, que los arándanos que es un producto de éxito de exportación peruano, son ricos en vitamina C, que está involucrada, entre otras cosas, en la conversión de dopamina en noradrenalina, otro neurotransmisor, y cuya falta parece estar asociada con la depresión.
Dice, que con el aumento de los trastornos de salud mental, un número creciente de científicos está investigando cómo los alimentos o los suplementos nutricionales afectan la mente.
Advierte que desenredar las necesidades nutricionales del cerebro de las del resto del cuerpo es complicado. La ciencia nutricional está poco estudiada. Pero al igual que con el tabaquismo y el cáncer de pulmón, comienzan a surgir suficientes de este tipo de ensayos y narrativas causales.
Un estudio reciente concluye que apegarse a la «dieta mediterránea», alta en verduras, frutas, legumbres y cereales integrales, baja en carnes rojas y procesadas y grasas saturadas, disminuye las posibilidades de experimentar accidentes cerebrovasculares, deterioro cognitivo y depresión.
Los estudios en animales muestran que cuando se les alimenta con una dieta rica en ácidos grasos omega-3, flavonoides, antioxidantes y resveratrol, los que se encuentran en diversos alimentos se estimula el crecimiento de las neuronas y se reducen los procesos inflamatorios.
Esto encaja con la investigación que sugiere que aquellos que comen regularmente alimentos ultraprocesados, fritos y azucarados, que aumentan la inflamación en el cerebro, aumentan su riesgo de desarrollar depresión.
Muchos recurren a suplementos vitamínicos y minerales para compensar sus deficiencias dietéticas.
En el 2018, el 54% de los norteamericanos y el 43% de los asiáticos tomaban un suplemento nutricional. Los tipos más comunes son multivitaminas, vitamina D y ácidos grasos omega-3.
Una estimación situó el mercado global en 152.000 millones de dólares en 2021, con un crecimiento anual del 9% esperado hasta 2030.
La historia de los suplementos nutricionales comienza en 1912 cuando Casimir Funk, un bioquímico polaco-estadounidense, propuso que se requerían sustancias orgánicas no identificadas en pequeñas cantidades para mantener la salud humana. La primera vitamina que se aisló y luego se sintetizó en 1936 fue la tiamina o B1.
Hoy en día mucha ciencia apoya la idea de que existe un fuerte vínculo entre lo que las personas comen y su salud mental. Se me acabo el espacio, el post es inmenso y trae cosas realmente impresionantes. Sugiero leerlo: https://www.economist.com/christmas-specials/2022/12/20/how-food-affects-the-mind-as-well-as-the-body