Ricardo Sánchez Serra
Tengo que volver a escribir sobre un tema que preocupa al personal de las embajadas, así como a sus invitados, que son los zampones o paracaidistas que se introducen a las recepciones de las delegaciones diplomáticas sin invitación.
Tal vez este tema no merezca una columna de opinión, pero cada vez más esta gente sin escrúpulos se está colando en masa a las fiestas nacionales. Hace unos años eran entre diez y doce, hoy son como treinta.
Muchas personas recatadas y con valores no se atreverían a ingresar a un evento sin invitación, pero esta plaga se las ingenia para introducirse en todas las formas posibles, sin importarles nada, ni su prestigio personal.
Tratan de ser invitados en forma oficial. Llaman por teléfono a las secretarias fingiendo ser amigo del embajador o inventándoles cargos de algunas organizaciones –hasta inexistentes- pidiéndoles humildemente que aún no han recibido la tarjeta de invitación o también se indignan por ello. Sus llamadas son hasta el cansancio y a veces son tan convincentes que logran ser convidados.
Si no lo consiguen, como caraduras que son, van de frente a la celebración, merodean la puerta, hacen que están hablando por teléfono, tratan de divisar a algún conocido (en una oportunidad una señora se agarró del brazo de un Nuncio –no el actual- para introducirse) o esperan el momento preciso para tratar de “zamparse” o “colarse” a la fiesta.
Lo extraño es que, al ingresar la recepción, a veces el personal de seguridad pide la invitación y luego otro pide la tarjeta y hasta se verifica en la computadora o en una lista. Sin embargo, a estos especialistas en “colación” en determinado momento se les ve adentro, tomando y comiendo.
¿Cómo hicieron? Es la gran pregunta.
Algunos ingresan con sobres al que le pusieron su nombre, sin nada adentro; otros con invitaciones pasadas. Alguno va hasta uniformado; también con un terno lleno de medallas, que no sé a quiénes impresionan, porque se le ve, más bien, huachafos. Asimismo, hay quienes hacen que se exasperan y se les permite el ingreso para evitar líos o el escándalo.
Recuerdo que en la recepción de una embajada un periodista zampón se emborrachó, agarró una pierna de pavo, la puso dentro de un periódico y con la otra mano se llevó una botella de vino. Otros hasta se toman “selfies” o fotos con el embajador.
Recuerdo que, en años pasados, en el Día de España, dos guardias civiles, sacaron en vilo a un zampón e igualmente en la Embajada de Marruecos como a cinco colados. Los zampones saben que es imposible colarse a las recepciones de Italia, Bélgica, Chile, Indonesia, entre otras. En las fiestas de Israel y Estados Unidos, se pasa hasta control electrónico.
Las delegaciones diplomáticas deben fortalecer sus medidas de seguridad y poner más filtros para evitar el ingreso de estas personas desconocidas, más aún que últimamente el Canciller Néstor Popolizio, incluso el presidente Martín Vizcarra, militares de alta graduación y otras altas autoridades, están asistiendo en forma seguida a las fiestas nacionales. Hay que prevenir incomodidades.