Por: Luciano Revoredo / In Memoriam Toledo

por | Abr 25, 2023 | Opinión

Finalmente, Alejandro Toledo está en manos de la justicia. Tras diez años de su fuga y casi cinco de un proceso de extradición, agotados todos sus recursos, falacias y leguleyadas las autoridades de los Estados Unidos lo entregaron tras un proceso impecable en que se dio lugar a todas sus apelaciones y demás. Esto debe quedar claro, fue entregado en extradición, él no se entregó voluntariamente, conviene recalcar este asunto ahora que algunos pretenden insinuar que su entrega fue voluntaria.

Han pasado dos décadas desde aquellos días en que Toledo ocupó la presidencia. Muchos no recuerdan algunos detalles o no los conocen por su juventud. Pero es bueno recordar que antes de ser elegido ya había sido sorprendido en varios casos en que se refugió en la mentira. Desde una noche de farra con meretrices que convirtió en un secuestro, farsa avalada por su cómplice Eliane Karp, hasta sus análisis que revelaron consumo de cocaína o la negación de su propia hija Zaraí a la que solo reconoció tras la presión social.

Toledo siempre fue un personaje viscoso, un homúnculo sin escrúpulos. Baste recordar que, para ser liberado del secuestro de la embajada de Japón, según el testimonio de Francisco Tudela, negoció con los terroristas diciendo que él estaba en la misma orilla que los del MRTA, y canjeó su libertad junto con el radical terrucoide Javier Diez Canseco a cambio de leer un comunicado de los terroristas contra el país. Completa este trío de infames Francisco Sagasti que abandonó la embajada gracias a su “amistad” con los terroristas, no sin antes pedirles autógrafos.

Con estos antecedentes resulta sorprendente que los peruanos lo hayan elegido. Pero en realidad no lo es tanto. Él y la impresentable Eliane Karp, son los que iniciaron en el discurso político oficial el uso del resentimiento, el enfrentamiento racial, el odio a Lima, la propia Karp pronunciaba discursos en las serranías contra los “pituquitos miraflorinos” y llamaba a Toledo “cholo sano y sagrado”.

El propio Toledo inventó la historia de haber sido lustrabotas y vendedor de tamales y luego haberse graduado en Harvard. Las tres cosas resultaron falsas.

Las ideas fuerza del discurso de campaña eran el origen provinciano, su condición de ser el primer cholo presidente del Perú, la dignidad del peruano desplazado y cómo no, el antifujimorismo. Pedro Castillo es una especie de caricatura devaluada de Toledo.

En el gobierno se rodeó de caviares como Gino Costa o Diego García Sayán que junto a Kuczynski manejaron el gobierno mientras que el ladino, aguardientoso y coquero presidente del Perú pasaba sus días entre un balneario y otro viviendo la vida loca. Los caviares cobraron caro su apoyo. Tomaron el estado y se mantuvieron en parte de él hasta la fecha, se dedicaron a liberar terroristas de las cárceles y sembraron el veneno de su ideología.

Cuando Toledo salió de los vapores del hedonismo decadente en que vivía solo fue para delinquir y vender el país llenando sus alforjas con más de treinta millones procedentes de coimas por obras absolutamente sobrevaluadas e inservibles.

Hoy asistimos a varias clases maestras de histrionismo. Por una parte, el propio Alejandro Toledo que adquirió un cáncer súbito y pasó de las francachelas y partusas en Los Ángeles a una silla de ruedas y, por otra parte, personajes deplorables como Gino Costa, ese oxiuro siempre listo para la felonía, que ahora graba videos denunciando veinte años tarde la corrupción del gobierno del que se sirvió. El desbande caviar empieza.

¡Tercera llamada! ¡La función va a empezar!


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