Los crímenes políticos han surgido nuevamente en América Latina; como ejemplo está lo acontecido fratricidamente en Ecuador, en que se han matado los unos a los otros. Ya vendrá una pacificación democrática que envíe tras las rejas a los culpables de estos hechos. El proceso electoral de Ecuador ha sido sacudido por la muerte a mansalva de dos dirigentes políticos: Fernando Villavicencio, periodista y candidato presidencial ecuatoriano por el Movimiento Construye, y Pedro Briones, dirigente del movimiento Revolución Ciudadana del expresidente Rafel Correa.
Esto indica que la violencia está removiendo los cimientos de la sociedad y puede expandirse continentalmente. Evidentemente estos casos están teñidos de móviles subalternos –crimen por encargo, sicariato, etc. y también de violencia política, aunque la sentencia judicial vendrá después.
Esta violencia se replica en toda Indoamérica, ya no es de origen ideológico como en las décadas de 1960 o 1970 que dieron lugar a la militarización y golpes de Estado en América andina, justificando contener el extremismo de izquierda; más bien, ahora se trata de asesinatos por lucro para cuidar intereses del narcotráfico y mafias de la corrupción generalizada.
II
Este hecho de violencia trae el recuerdo de un caso, pero al revés porque fue un tiranicidio, acontecido en 1875, también en Ecuador, que incluso dio lugar a un procedimiento de extradición (Cfr. mi libro Tratado de la Extradición, AFA Editores, Lima 2011, tomo I, pag. 174). Resumo: el notable escritor ecuatoriano Roberto Andrade, quien vivió refugiado en nuestro país largo tiempo, fue el más joven y decidido discípulo del escritor Juan Montalvo, enemigo radical del presidente Gabriel García Moreno.
Cuando el colombiano Faustino Lemos Rayo –quien fue destituido del mando en la provincia de Oriente— asesinó al tirano clerical en la Plaza de Armas de Quito, el 6 de agosto de 1875, Andrade era también perseguido, a la cabeza de una conjura de estudiantes liberales.
Allí fue donde Montalvo escribió: “Mi pluma lo mató”. Pero, Andrade fue acusado indebidamente de cómplice en el magnicidio. Rayo murió in situ, en la Plaza. Un consejo de guerra hizo fusilar al comandante Gregorio Campuzano y al joven Manuel Cornejo Astorga. Andrade escapó y se refugió primero en Colombia y luego en el Perú. Se intentó inicialmente extraditarlo de aquel país, pero la Corte Federal de Colombia, en agosto de 1885, rechazó la petición “por cuanto se habían presentado sólo los autos que ponían término a la instrucción” y porque entre Colombia y Ecuador no existía Tratado de Extradición. Andrade Vino a vivir al Perú en 1886. Casó con peruana en 1888 y tuvo hijos nacidos en Lima.
En 1890, quince años después del drama, publicó en Lima, el ensayo “Estudios Históricos Montalvo y García Moreno”, concorde con la línea doctrinaria del Círculo Literario, provocando que se reabriera su proceso y pidieran su extradición. González Prada y el Círculo defendieron con éxito la negativa a tal propósito; los periodistas civilistas, entre ellos Aramburú, exigieron felizmente sin resultado la entrega de Andrade al Ecuador.
En ese libro justificaba el tiranicidio, lo llamaba «el puñal de la salud pública”. El Perú rechazó la extradición en 1891; el dictamen fiscal se apoyaba en: “a) en la falta de Tratado, ya que el de 1874 fue denunciado; b) que la prescripción era incuestionable, y que no era admisible considerarla interrumpida por haber proclamado el extraditurus, en su libro, el asesinato político como acción justa y salvadora de los pueblos. Lo cual, en todo caso, sería una violación de la ley de imprenta”.
III
Por eso, se debe distinguir cuándo se está frente a un delito político. ¿Cómo se define o comprueba un delito político? Es indefinible; efectivamente, se trata de hechos proteicos, polimórficos que sólo casuísticamente pueden ser calificados. Son delincuentes legalistas. Gentes, ha dicho un jurista, a quienes el ardor de la pasión política los ha llevado a infringir el Código. Carrara, el genial maestro pisense, decía que “más de veinte siglos de civilización y progreso no han sido suficientes para proclamar la verdad absoluta que separa la virtud y la culpa en este mar fluctuante de la justicia política”.
Político no es solo el delito político, sino el hecho inexistente o perseguir por un hecho legal. Ecuador hoy día está probando el delito común disfrazados de delito político. La historia condenará a los autores.
(*) Jurista, exconstituyente, exdiputado, exsenador y excongresista de la República.