Por Francisco Diez-Canseco Távara
El legítimo Presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, debe ser escuchado por los gobiernos democráticos y por quienes creemos en el sistema que nos alberga en su pedido de apoyo civil y militar para deponer a la dictadura de Nicolás Maduro, reelecto hace poco, en comicios fraudulentos, como Jefe de Estado de ese país.
Es una paradoja que en la nación donde se postuló la Doctrina Betancourt, proclamada por un demócrata por excelencia como Rómulo Betancourt, se haya instalado desde 1999 una dictadura neo comunista que viene destruyendo a Venezuela, violando sistemáticamente los Derechos Humanos, destruyendo las libertades públicas, hambreando al pueblo y sojuzgándolo a través de políticas mercantilistas, represivas y policiales y generando un éxodo masivo, mientras Maduro, sus adláteres y su corrupta cúpula militar promueven el narcotráfico y se llenan los bolsillos con absoluta impunidad.
Por la Doctrina Betancourt, los regímenes democráticos deben romper relaciones con las dictaduras o gobiernos que no tienen ese origen. Como señaló Betancourt al asumir el poder en febrero de 1959, la Organización de Estados Americanos, de acuerdo al artículo 1ro de su Carta Constitutiva, sólo puede estar integrada “por gobiernos de origen respetable, nacidos de la expresión popular a través de la única fuente legítima de Poder que son las elecciones libremente realizadas”.
En ese contexto, dando el ejemplo, el gobierno de Betancourt rompió relaciones, en su momento, con Perú -luego del golpe militar de 1962- y con países como la España del dictador Franco, República Dominicana, la Cuba de Castro, Argentina y Honduras entre otros.
Luego de la declaración del Grupo de Lima, es indispensable aumentar la presión sobre el cartel de Maduro que tiene una característica que no se atribuyó a las dictaduras latinoamericanas de los cuarentas, cincuentas y sesentas condenadas con razón por Betancourt: es socio visible y comprobado del narcotráfico lo cual amerita una acción directa y multilateral de otra índole, al estilo de lo que ocurrió en Panamá con el corrupto General Noriega quien, luego de su caída, tras la intervención norteamericana se paseó por cárceles de EE.UU., Francia y su país hasta su muerte hace un par de años.
¡Basta Maduro!