Por: Dennis Falvy // La informalidad delincuencial avanza

por | Nov 28, 2023 | Opinión

 

Hace un lapso una noticia remeció a los medios de comunicación: “En un contundente golpe contra el crimen organizado, la Policía Nacional del Perú llevo a cabo un megaoperativo en diferentes regiones del país, logrando desarticular una facción de la peligrosa banda criminal El Tren de Aragua”.

El líder de una de las facciones más peligrosas de esta organización, Jomar José Delgado Palacios, alias Nino, fue capturado en Lima, Perú, junto a su pareja.

Según la información policial, esta banda no sólo se dedicaba a cometer actos de sicariato sino que también se dedicaba a la “Trata de Personas”. Se ha revelado que captaban mujeres de nacionalidad ecuatoriana y colombiana, a quienes engañaban y sometían a la explotación sexual en diferentes puntos del país, como Lima, Arequipa, Tarapoto y San Martín.

En total, se han detenido a 24 personas en este operativo, que contó con la participación de más de 3000 agentes policiales y 60 fiscales especializados en crimen organizado. Estas personas cumplirán una detención preliminar de 15 días, dictada por el Poder Judicial.

The Economist publica una interesante nota, en que señala que durante más de una década, Héctor Guerrero Flores, mejor conocido como Niño Guerrero, dirigió el Tren de Aragua, la pandilla más grande del país, desde su celda del Centro Penitenciario de Aragua conocido como Tocoron, que es una prisión venezolana al sur del estado.

Guerrero dejó atrás una prisión con todas las características de una guarida de narcotraficantes: restaurantes y bares, un casino, un campo de béisbol y un pequeño zoológico.

Pero el Tren de Aragua no es una banda de narcotraficantes.

Su principal fuente de ingresos es el movimiento de personas.

Y, Guerrero construyó su imperio explotando a muchos de los casi 8 millones de venezolanos que abandonaron el país en la última década, a medida que la hiperinflación y la dictadura se afianzaban.

The Economist señala que ha industrializado la trata de personas a una escala nunca antes vista en América del Sur, en 6 países, desde el Caribe hasta el Cono Sur.

Empezó cuando el gobierno entregara la vigilancia de las cárceles a los reclusos a cambio de una reducción de la violencia y Guerrero se hizo cargo de Tocorón y empezó cobrando, a cada prisionero un «estipendio» mensual. Estos liberados luego extorsionaron a las tiendas y a robaron autos.

Para 2018, el Tren de Aragua había tomado el control de los cruces ilegales en la frontera con Colombia.

Con la salida de venezolanos, esto fue negocio para estos criminales. Cobraban a los contrabandistas una tarifa por sacar su carga humana de Venezuela. Pero cuando la pandemia cerró las fronteras en 2020 y esas tarifas se dispararon, el Tren de Aragua vio una oportunidad.

La banda montó su propia operación de contrabando, alquilando autobuses, vendiendo comida y reservando alojamiento.

En cuestión de meses habían comprado sus propias empresas de transporte y hostales, y pronto estaban ofreciendo paquetes de varios tramos y varios países.

Por 500 dólares te llevarían a través del continente hasta Chile.

Y con ello y con apoderarse de las ciudades fronterizas y a sobornar a los funcionarios locales entraron a la trata de personas y monopolizó salvajemente el comercio sexual.

Asesinaron a la competencia y metieron videos mostrando a los cuerpos descuartizados.

Los posibles migrantes se convirtieron en un grupo de nueva prostitución forzada.

Miles de jóvenes venezolanas fueron traficadas a Bogotá, Lima y Santiago y con diversas mañas las entraron en el negocio.

Guerrero dirigía el Tren de Aragua como una multinacional con la explotación sexual de los migrantes.

Envió gerentes para dirigir operaciones en el extranjero. En Bolivia perseguían eficiencias obligando a los migrantes a contrabandear drogas.

En Brasil formaron una sociedad con el Primer Comando de la Capital, la pandilla más grande del país. Muchos se unieron al Tren de Aragua, y se ampliaron desde   préstamos usureros hasta estafas telefónicas.

Las filas del Tren de Aragua han aumentado a 5.000 miembros, lo que lo convierte en uno de los grupos criminales más grandes de América del Sur en la actualidad.

La pandilla puede haberse convertido en una vergüenza para Nicolás Maduro, el dictador de Venezuela, agriando las relaciones con sus vecinos.

La expansión del Tren de Aragua solo fue posible gracias al éxodo venezolano, el más grande en la historia de América Latina.

Pero si Guerrero va a sobrevivir a la pérdida de su cuartel general en la prisión, en medio de una represión pan continental, bien podría ser con un tipo de criminalidad menos espectacular.

Hay pues un pronóstico reservado del enorme crecimiento de una informalidad delincuencial penosa y despiadada que sirve de ejemplo para tanto criminal suelto por fallas de los sistemas en diversos países que cada vez crecen más y más.


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