“TACNAZO”, el golpe final contra Velasco

El autor del golpe contra Velasco, general Francisco Morales Bermúdez nunca aceptó ser golpista, pero lo que hizo después, el desmontaje de las obras de su predecesor, hablan mejor del contenido de la insurrección que encabezó.

por | Dic 28, 2019 | Cultura

El autor del golpe contra Velasco, general Francisco Morales Bermúdez nunca aceptó ser golpista, pero lo que hizo después, el desmontaje de las obras de su predecesor, hablan mejor del contenido de la insurrección que encabezó.

 

“Yo no estuve de acuerdo con el golpe de Estado del general Velasco. Pero lo acaté porque yo era un militar”, dice el general Francisco Morales Bermúdez en una entrevista de hace algunos años. El ex presidente ahora es un anciano de 98 años, lúcido aún y lleno de vitalidad, y considera que lo suyo no fue un golpe de Estado contra Velasco.

”Yo no lo llamo golpe de Estado. Un golpe de Estado es cuando un ente equis quiebra un gobierno constitucional. Yo desplacé un mando militar apoyado por la institución de quien yo dependía. Lo relevé porque sentí una responsabilidad como primer ministro y general más antiguo”, acota.

Según él, “nunca aspiré a ser presidente ni tuve una vocación de político”. Precisa que la única meta que se trazó en su carrera fue “comandar mi ejército y lo logré”. “En un solo día me convencí de realizar este relevo. Fue una decisión que duró 24 horas en tomarse pero que ya había meditado tiempo atrás”.

El zarpazo de Morales Bermúdez

El golpe fue una sublevación militar realizada en la ciudad de Tacna el viernes 29 de agosto, un día después del aniversario de la Reincorporación de Tacna al Perú, y fue apoyada por muchos integrantes de las fuerzas armadas del Perú. En la mañana del jueves 28 de agosto de 1975, la ceremonia del homenaje a la mujer tacneña previa a la procesión de la Bandera se realizaba en la plaza de Alto de Lima, con la presencia del entonces Premier Francisco Morales Bermúdez y los jefes de las regiones militares y sin la concurrencia del Presidente Juan Velasco Alvarado, quien se encontraba en Lima.

Al iniciar el nuevo día 2 de la mañana, el Premier y los jefes regionales conferencian en privado en el cuartel Tarapacá, en las faldas del cerro Arunta. Las primeras noticias se escuchan en radios chilenas vecinas sobre el golpe a Velasco. Un primer flash es emitido por Radio Bicolor de Tacna: Velasco ha sido destituido…por haber desviado el proceso revolucionario de la fuerza armada, iniciado el 3 de octubre de 1968 y por su personalismo…Juan Velasco Alvarado no se encontraba en la posesión de sus facultades mentales para seguir en su tarea de gobernante.

En Lima Velasco ya se encontraba reunido con su gabinete y estaba aceptando el cambio en el poder, dejando Palacio de Gobierno. Velasco se iba con la satisfacción de haber cumplido y haber sentado las bases para un nuevo Perú… pidiendo a todos los hombres y mujeres del Perú, con uniforme o sin él, mantenerse unidos y dar todo el apoyo que requiere la continuidad del proceso revolucionario.

En Tacna, luego de los rápidos preparativos ante la sorpresiva noticia, se organiza un discurso en la Plaza de Armas de Tacna donde Francisco Morales Bermúdez emite su primer discurso como presidente. Junto a él estaba su esposa Rosa Pedraglio, todos los ministros y jefes regionales. También se encontraba el General de Brigada Artemio García Vargas jefe del Destacamento Tacna, quien luego sería Ministro de Transportes y Comunicaciones.

Consecuencias del “Tacnazo”

El golpe de Morales Bermúdez de agosto de 1975 fue seguido por un segundo golpe, esta vez de la derecha militar, contra los hombres de confianza de Velasco, en julio de 1976. Los integrantes de la Marina en el gabinete de Morales Bermúdez y los representantes de la línea dura dentro del Ejército lideraron un pronunciamiento en el Centro Académico Militar, no contra el gobierno como tal sino contra la presencia de «comunistas» en el consejo de ministros. En algunos meses, casi todos los ministros progresistas fueron relevados de sus puestos.

Morales Bermúdez le imprimió un giro conservador al gobierno de los militares. A partir de entonces, los debates en el campo intelectual y político peruano se reorientaron. La década de los ochenta se caracterizó por una agenda política que tuvo como en el centro el problema de la democracia. Como señaló Carlos Franco (2013) en su libro sobre las democracias latinoamericanas, la mayoría de los estudios sobre el tema en la coyuntura de los años ochenta e incluso mucho más allá, privilegió la dimensión política por sobre los balances históricos estructurales.

En lo económico, la “segunda fase” del gobierno revolucionario (Velasco nunca aceptó esos términos), asumió un país en franca crisis económica, sometiéndose a los requerimientos del Fondo Monetario Internacional, aplicando paquetazos y reprimiendo las protestas sociales que se incrementaron producto de la inflación y recesión, así como el incremento del desempleo.

Esta situación indujo a un alto descontento social, donde muchas personas de la clase obrera, particularmente las más cercanas a los gremios obreros, llegaron a ver en cada acción del gobierno una reversión de la revolución militar hacia una sumisión frente a las indicaciones del FMI.

A fines de este gobierno militar los crecientes problemas con el pago de la deuda externa y la ineficacia de la administración del Estado llevaron al crecimiento de la crisis económica, ante la desesperación es que en 1978 se convocó a una Asamblea Constituyente presidida por Víctor Raúl Haya de la Torre del APRA, la cual elaboró la Constitución de 1979, convocando a elecciones en 1980, entrando en vigencia esta nueva constitución.

El 28 de julio de 1980 se retornó a la democracia inaugurando la nueva carta magna con el gobierno constitucional del arquitecto Fernando Belaunde Terry.


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