Por: Martín Valdivia Rodriguez / ¿Sólo conflicto de interés?

por | Feb 11, 2020 | Opinión

¿Sólo conflicto de interés? / ¿Tiene la prensa que publicar un trabajo de investigación para que un funcionario público recién renuncie a su cargo? ¿Es que acaso ellos mismos, de motu proprio, no son capaces de decir “NO” cuando son requeridos para un cargo de confianza como el de ministro de Estado? Pues al parecer la sangre no corre por la cara de muchos personajes pues esperan que “alguien” los señale con un dedo para recién “darse cuenta” que tenían “conflictos de interés”.

Eso ha sucedido con el renunciante ministro de Energía y Minas (Minem), Juan Carlos Liu, quien sólo después de un incómodo reportaje televisivo tomó la decisión de dar un paso al costado e irse para su casa. En efecto, Lui, antes de ingresar a trabajar al Minem – entre el 2010 y 2014 – habría brindado asesorías a Odebrecht a través de su empresa denominada Conasac. ¿Dónde surge el “conflicto de interés”?

En la parte en que siendo asesor del Viceministerio de Energía, se le confió una consultoría para determinar si el proyecto del gasoducto del sur (tan sonada por estos días), debía ser cofinanciado o autosostenible. El entonces asesor – siempre utilizando a su empresa Conasac – determinó que el proyecto podía ser autosostenible, beneficiando los intereses de la constructora brasileña. Ese es el gran detalle.

Obviamente el ahora exministro del Minam calló en veinte idiomas y no dijo esta boca es mía, creyendo que iba a “pasar piola”. No contó que la prensa – sí, aquella que tanto molesta al gobierno de Vizcarra – le tenía guardada su chiquita y le sacó los trapitos al sol. Cabe señalar que el Estado obliga a presentar una declaración jurada de intereses, lo que no hizo Lui en ningún momento. Claro, poner que había sido asesor de Odebrecht le hubiera significado un rotundo no en sus pretensiones de convertirse en ministro de Estado.

Habría que establecer, en todo caso, si esta omisión tiene una sanción de carácter penal o solamente administrativo. En todo caso, la Procuraduría del Estado tiene la palabra.  Nuestro criterio debería ser penal, pues ninguna autoridad tiene el derecho de engañarnos por el solo hecho de asumir un cargo de cierta relevancia pública. Y más aún si de por medio está involucrada la empresa más corrupta que haya conocido la historia del país.

Juan Carlos Lui no solo debe irse a su casa, sino también debe responder por qué se quedó callado y haber esperado, recién, que un reportaje periodístico le pinte su verdad en la cara. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.


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